6. El remordimiento tras perder mi deber
He estado cumpliendo mi deber como actriz durante años. En mayo de 2022, los líderes me pidieron que me formara como directora y que también me encargara a tiempo parcial de la revisión de videos. Por aquel entonces, aunque sentía que estaba bajo cierta presión, estaba dispuesta a esforzarme por mejorar y dar lo mejor de mí. Estaba ocupada todos los días y todo me resultaba muy gratificante.
En agosto de 2022, comenzamos a grabar una nueva película y los directores nos pidieron a la hermana Judith y a mí que hiciéramos una audición para el papel de protagonista, pero no me sentía muy dispuesta. Pensaba que ya estaba bastante ocupada con mis dos deberes y que, si superaba la audición y me daban el papel principal, seguro que estaría demasiado agobiada con los tres deberes. Más adelante, eligieron a Judith como protagonista y a mí me dieron el tercer papel. No solo no me decepcionó no haberme convertido en la protagonista, sino que, en realidad, estaba muy contenta en secreto. Como el tercer papel tenía menos líneas y no era muy importante, sería relativamente más sencillo, así que lo acepté con gusto. Más adelante, los directores vieron que Judith parecía algo taciturna y que esto no encajaba del todo con la personalidad positiva y fuerte de la protagonista, así que me sugirieron que hiciera de nuevo la audición para el papel principal. Al oír la noticia, lo primero que pensé fue: “Ya estoy bastante ocupada con estos tres deberes; si me asignan el papel principal, ¿no estaré aún más ocupada? Además, el personaje tiene escenas de llanto, así que sería una interpretación bastante difícil. Hacerlo bien requerirá mucha energía”. Después de pensármelo bien, sentí que no podía interpretar ese papel, así que les dije a los directores: “La protagonista es bastante serena, pero yo soy un poco joven y no demasiado sosegada, así que no creo que sea la persona apropiada para ese papel. Judith ya se ha esforzado mucho para hacer ese papel y su edad y temperamento también encajan mejor. Lo único es que sus expresiones no son del todo adecuadas, pero, con un poco más de ayuda, podría mejorar. Por lo tanto, no creo que sea necesario que vuelva a hacer la audición”. Más adelante, tras debatirlo entre todos, llegamos a la conclusión de que, en efecto, Judith encajaba mejor con el temperamento de la protagonista y que le vendría bien recibir más ayuda. Aunque el asunto se resolvió de esta manera, yo escondí mi intención despreciable de no querer interpretar el papel principal por temor a tener que sufrir físicamente y, después, me sentí algo culpable. Era algo consciente de mi estado, pero no busqué la verdad y dejé pasar el asunto.
A partir de entonces, tenía la agenda repleta todos los días y me sentía algo renuente. A veces, los directores se reunían por la noche para debatir cuestiones de la película, y yo me sentía reacia y renuente. Pensaba: “Que terminen de una vez por todas con el debate. En cuanto acaben, ustedes podrán irse a descansar, pero yo todavía tendré que revisar los videos. ¿Cuándo habrá menos videos que revisar?”. A veces, para acabar más rápido esas tareas, cuando revisaba los videos, los ponía en avance rápido para poder terminar antes e irme a la cama más temprano. El deber de directora exige pensar en cosas como los planos y la puesta en escena y, como me parecía que eso exigía demasiada capacidad mental, no quería esforzarme con esmero. Cuando la actriz principal tenía dificultades con su interpretación, los otros directores la ayudaban con responsabilidad y diligencia a que hiciera bien su papel, pero yo solo quería holgazanear y no reflexionar sobre ello. Me limitaba a contarle a la hermana sobre alguna experiencia que había adquirido, lo que no representaba cumplir realmente la función de directora. En cuanto al tercer papel que interpretaba, ponía la excusa de que estaba ocupada y no me esforzaba en reflexionar sobre ello, lo que hizo que diera una muy mala interpretación.
Un día, una hermana compartió conmigo y me dijo que yo no estaba dispuesta a pagar un precio en mis deberes, que disfrutaba de la comodidad física y que recurría a pequeñas artimañas y trataba de holgazanear. Sabía que estaba señalando exactamente los problemas que tenía, pero no me di cuenta de la gravedad de la cuestión. Pensé: “En cualquier caso, no puedo con tantos deberes y, como no estoy aportando nada como directora, tarde o temprano me destituirán. Si lo hacen, pues que así sea. Tener un deber menos significará que sufriré menos físicamente y que tendré más tiempo libre. Tampoco estaría mal tener un deber de una única tarea”. Como no cambié mi mentalidad, me volví aún más pasiva en mis deberes. Hubo muchos problemas durante el rodaje que hicieron que progresara con especial lentitud. Sin embargo, como yo solo estaba centrada en reducir mis deberes, me mantuve indiferente ante esos problemas. Más adelante, como no tenía ningún sentido de carga por mis deberes, los líderes no me dejaron dirigir más e hicieron que me centrara únicamente en el papel que interpretaba. Aunque tenía menos deberes, aún no lograba reunir nada de motivación y mi interpretación seguía teniendo muchos fallos. Al final, debido a problemas en el rodaje y a que nuestra interpretación como actores principales no cumplió con el estándar, el rodaje fracasó. Al mismo tiempo, por ciertas razones especiales, ya no pude seguir trabajando como actriz y tampoco pude revisar videos. Perder mis deberes, uno tras otro, aún no consiguió despertar mi corazón adormecido y seguí sin ponerme a reflexionar de forma adecuada sobre mí misma. En cambio, pensaba que había motivos objetivos por los que había perdido mis deberes. Más adelante, la iglesia me puso a cargo del trabajo evangélico y pensé que debía valorar este deber, pero, al poco tiempo, volví a caer en mis viejas costumbres. Ante las dificultades que tenían los hermanos y hermanas para predicar el evangelio, los problemas de colaboración entre los trabajadores evangélicos, los problemas con los posibles destinatarios del evangelio y demás, sentía que el trabajo no terminaba nunca y empecé a holgazanear de nuevo. Cada vez que iba a implementar un trabajo, me limitaba a pasárselo a otra persona. Cada día pensaba en terminar cuanto antes las tareas que los líderes me asignaban para poder irme a descansar temprano y, cuando estaba cansada, me ponía a pensar: “¿Habrá algún deber más ligero que pueda cumplir? Siempre estoy muy ocupada con este trabajo. ¿Cuándo tendré una pausa para descansar? ¿Cuándo se acabará este agotamiento?”. No me imaginaba que esos “deseos” se hicieran realidad tan pronto.
El 9 de junio de 2023, por ciertas circunstancias especiales de mi zona, me vi incapaz de contactar con la iglesia ni con los hermanos y hermanas, y tuve que dejar de cumplir mis deberes. Esta situación surgió de forma muy repentina y, durante mucho tiempo, no fui capaz de reaccionar. De repente pasé de estar ocupada a no tener nada que hacer y me sentía completamente desesperada, sin saber qué hacer. Por más que lo pensaba, no lograba entenderlo: “Ahora hay muchísimo trabajo evangélico y todos los que cumplen sus deberes tienen muchas tareas que hacer. ¿Por qué mis deberes han cesado de pronto?”. De repente, recordé las palabras de Dios: “Si eres evasivo y holgazán, si no atiendes debidamente tu deber y siempre vas por la senda equivocada, Dios no actuará sobre ti; perderás esta ocasión y Dios dirá: ‘No sirves para nada; no puedo usarte. Apártate. Te gusta ser ladino y holgazanear, ¿verdad? Te gusta ser perezoso y tomártelo con calma, ¿no? ¡Pues tómatelo con calma para siempre!’. Dios concederá esta gracia y esta oportunidad a otra persona. ¿Qué opináis? ¿Esto es una pérdida o una ganancia? (Una pérdida). ¡Una enorme pérdida!” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). El juicio de las palabras de Dios me despertó al instante. ¿No era que yo siempre quería descansar? ¿No era que siempre me desagradaba enfrentar dificultades, temía el agotamiento, holgazaneaba y pensaba solo en mi carne? ¡Pues ahora estaba totalmente en reposo y sin poder cumplir ningún deber! Tenía la mente en blanco y las palabras de Dios no paraban de darme vueltas en la cabeza: “¡Pues tómatelo con calma para siempre!”. Sentía algo inexpresable en el corazón. Simplemente me sentía vacía. Recordaba cómo había cumplido mis deberes antes y me llenaba de remordimiento y pasaba los días hundida en la culpa y la recriminación: ¿Por qué no había valorado mis deberes adecuadamente? ¿Por qué me limitaba a hacer las cosas por inercia?
Más adelante, leí las palabras de Dios: “Hacer las cosas por inercia al llevar a cabo tu deber es un tabú importante. Si siempre haces las cosas por inercia al cumplir con el deber, no hay forma de que lo hagas con un nivel aceptable. Si quieres cumplir fielmente con tu deber, primero debes corregir tu problema de actuar por inercia. Deberías tomar medidas para subsanar la situación en cuanto la notes. Si estás atolondrado, nunca eres capaz de notar los problemas, siempre actúas por inercia y haces las cosas de manera superficial, entonces, no tendrás forma de cumplir bien con el deber. Por tanto, siempre debes volcar el corazón en él. ¡Ha sido muy difícil que la gente se topara con esta oportunidad! Cuando Dios les da una oportunidad ellos no la aprovechan, y entonces esa oportunidad se pierde. Incluso si desean buscarla más tarde, puede que no vuelva a presentarse. La obra de Dios no espera a nadie, como tampoco esperan las oportunidades para cumplir con el propio deber. Hay gente que dice: ‘Antes no cumplía bien mi deber, pero ahora sigo queriendo cumplirlo. Solo debo volver a intentarlo’. Es maravilloso tener esta clase de determinación, pero debes tener claro cómo cumplir bien con tu deber, y debes esforzarte por alcanzar la verdad. Solo quienes comprenden la verdad pueden cumplir bien con el deber. Aquellos que no comprenden la verdad no están cualificados siquiera para contribuir con mano de obra. Cuanto más clara tengas la verdad, más eficaz te volverás en el deber. Si puedes ver este asunto tal como es, entonces, te esforzarás por alcanzar la verdad, y tienes esperanzas de cumplir bien con el deber. En la actualidad no hay muchas oportunidades para cumplir con un deber, así que debes aprovecharlas cuando puedas. Es precisamente cuando te enfrentas a un deber que debes esforzarte, entonces es cuando debes ofrecerte, gastarte por Dios, y cuando se te requiere que pagues el precio. No te guardes nada, no albergues ningún plan, no dejes ningún margen de maniobra, no te concedas una salida. Si dejas margen, eres calculador o escurridizo y holgazaneas, entonces estás destinado a hacer un trabajo deficiente. Supón que dices: ‘Nadie me ha visto escabullirme y holgazanear. ¡Qué bien!’. ¿Qué manera de pensar es esta? ¿Crees haber engañado a la gente y también a Dios? En realidad, no obstante, ¿sabe Dios lo que has hecho o no? Él lo sabe. De hecho, cualquiera que se relacione contigo durante un tiempo conocerá tu corrupción y vileza, y aunque no lo diga abiertamente, guardará sus valoraciones sobre ti en su corazón. Muchos han sido los desenmascarados y descartados porque tantos otros llegaron a comprenderlos. En cuanto otros desentrañaron su esencia, desenmascararon a esas personas por lo que eran y las expulsaron. Por lo tanto, persigan o no la verdad, las personas deben cumplir bien con su deber, lo mejor que puedan; deben emplear su conciencia para hacer cosas prácticas. Puede que tengas defectos, pero si puedes ser efectivo al cumplir tu deber, no serás descartado. Si siempre piensas que estás bien, que con seguridad no serás descartado, si sigues sin reflexionar ni tratar de conocerte a ti mismo, e ignoras tus tareas pertinentes, si siempre eres superficial, entonces, cuando el pueblo escogido de Dios se quede sin tolerancia hacia ti, te expondrá por lo que eres, y es muy probable que seas descartado. La razón es que todos te han calado y has perdido tu dignidad e integridad. Si nadie confía en ti, ¿acaso podría hacerlo Dios? Él escruta lo más profundo del corazón del hombre: no puede confiar en absoluto en una persona así. […] las personas siempre necesitan examinarse a sí mismas cuando cumplen con sus deberes: ‘¿He llevado a cabo este deber adecuadamente? ¿He puesto en ello mi corazón? ¿O solo he salido del paso?’. Si eres siempre superficial, estás en peligro. Cuanto menos, significa que no tienes credibilidad y que la gente no puede confiar en ti. Lo que es más grave, cuando actúas por inercia al desempeñar tu deber, y si siempre engañas a Dios, entonces, ¡estás en grave peligro! ¿Cuáles son las consecuencias de ser astuto a sabiendas? Todo el mundo puede ver que estás trasgrediendo a sabiendas, que vives solo acorde a tu propio carácter corrupto, que eres ante todo superficial, que no practicas la verdad en absoluto, ¡lo que implica que careces de humanidad! Si esto se manifiesta en todo tu ser, si evitas los errores más graves pero no paras de cometer otros más pequeños, y no te arrepientes en ningún momento, entonces eres una persona malvada, un incrédulo, y se te debería echar. Tales consecuencias son atroces, quedas totalmente en evidencia y eres descartado como un incrédulo y una persona malvada” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La entrada en la vida comienza con el cumplimiento del deber). Había leído este pasaje muchas veces antes, pero nunca me había conmovido tan profundamente el corazón como en ese momento. Al cumplir mis deberes de manera superficial y recurrir a artimañas, podía engañar a la gente, pero no podía engañar a Dios y, si seguía sin arrepentirme, Él me descartaría. Recordé los momentos en que cumplía mis deberes: cuando tuve más deberes que exigían más tiempo y esfuerzo, empecé a quejarme, ya que sentía que no podía relajarme ni descansar puntualmente, me sentía renuente y reacia, y siempre esperaba poder tomarme un descanso. Cuando revisaba los videos, lo hacía de forma superficial para poder descansar cuanto antes. Aunque eso no causó ninguna pérdida, yo estaba holgazaneando y haciendo mis deberes de forma superficial, y Dios vio todo eso. ¡Era verdaderamente deshonesta y de poca confianza! La iglesia me ofreció la oportunidad de formarme como directora, pero no la valoré, no me esforcé en analizar el guion ni en reflexionar sobre las tomas y solo me quejaba de que era una tarea que me agotaba mentalmente. Cuando ayudaba a las actrices con sus papeles, holgazaneaba y me limitaba a aconsejarlas basándome en mi escasa experiencia como actriz, pero eso no les servía de nada. Era solo un adorno que ocupaba un lugar, pero no hacía nada sustancial. En mi deber como actriz, sabía que el papel protagonista exigía energía, así que rechacé la oportunidad de hacer la audición. Ni que decir de que me fueran a elegir. Cuando me necesitaban para el trabajo de la casa de Dios, yo no tomaba la iniciativa de dar un paso al frente para colaborar. En lugar de esto, primero pensaba en la comodidad de mi carne, y, en cuanto vi que esto no me sería de beneficio, ya no quise audicionar y me inventé excusas para eludir la responsabilidad. ¡Vi lo muy egoísta que fui! Incluso cuando, más tarde, interpreté el tercer papel, lo hice con dejadez. No me preparé de forma adecuada y el resultado de las grabaciones dejó mucho que desear. De hecho, en ese momento, aunque cumplía tres tipos deberes, si hubiera gestionado bien mi tiempo y hubiera trabajado con los pies en la tierra, habría conseguido cumplir bien con todos. Por mucho trabajo que implicaran mis deberes, solo habrían requerido que trabajara media hora o una hora más que los demás. Pero ni siquiera quería pagar ese pequeño precio y siempre me desagradaba enfrentar dificultades, temía al agotamiento y, aun cuando fui perdiendo mis deberes, uno tras otro, seguí sin arrepentirme. Al final, cuando me pusieron a cargo del trabajo evangélico, volví a caer en las mismas malas costumbres. Para que mi carne estuviera cómoda, siempre holgazaneaba y era negligente en cuanto podía. Ya hacía mucho que había desperdiciado mi integridad y dignidad. No era de confianza ni digna de mis deberes. Dado que ya había alcanzado este nivel, Dios ya me había desdeñado desde hacía tiempo.
Al reflexionar sobre cómo había cumplido mis deberes, me recriminé en lo más profundo de mi corazón, lloré y me presenté ante a Dios en oración: “Dios, veo que no he cumplido mis deberes de una manera acorde al estándar. Todo esto ha sido por mi superficialidad y por querer disfrutar de la comodidad física. Hoy, la interrupción repentina de mis deberes es el castigo y la disciplina que Tú me impones. Dios, quiero arrepentirme. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para reflexionar y conocerme a mí misma”. Después, empecé a buscar conscientemente este aspecto de la verdad y leí las palabras de Dios: “Las personas perezosas no son capaces de hacer nada. Resumido en dos palabras, son personas inútiles; tienen una discapacidad de segunda clase. Por muy bueno que sea el calibre de los perezosos, no es más que una fachada; aunque tienen buen calibre, no sirve para nada. Son demasiado perezosos, saben lo que deben hacer, pero no lo hacen y, aunque tengan conocimiento de que algo supone un problema, no buscan la verdad para resolverlo, y si bien saben qué dificultades deben sufrir para que el trabajo sea efectivo, no están dispuestos a soportar ese sufrimiento aunque merezca la pena, así que no pueden obtener ninguna verdad ni realizar ningún trabajo real. No desean soportar las penurias que a las personas les toca soportar; solo saben disfrutar de la comodidad, de los momentos de alegría y ocio, y de una vida libre y relajada. ¿Acaso no son inútiles? Las personas que no pueden soportar la adversidad no merecen vivir. Aquellos que siempre desean vivir la vida de un parásito son personas sin conciencia ni razón, bestias, y tales personas no son aptas siquiera para ser mano de obra. Como no pueden soportar la adversidad, ni siquiera cuando son mano de obra son capaces de hacerlo bien y, si desean obtener la verdad, hay incluso menos esperanzas de ello. Alguien que no puede sufrir y no ama la verdad es una persona inútil, no es apta ni siquiera para ser mano de obra. Es una bestia sin pizca de humanidad. A tales personas se las debe descartar, solo esto concuerda con las intenciones de Dios” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). “Desde el principio, Dios dijo: ‘Lo que quiero es la excelencia en las personas, no un gran número de ellas’. Este es el estándar requerido por Dios para Su pueblo escogido, además de un requerimiento y principio relativo al número de personas en la iglesia. ‘Lo que quiero es la excelencia en las personas’; ¿se refiere aquí ‘excelencia’ a los buenos soldados del reino o a los vencedores? A ninguno de los dos. La ‘excelencia’, dicho con precisión, se refiere a aquellos que poseen humanidad normal, a los que son realmente humanos. En la casa de Dios, si puedes hacer deberes que le corresponden a un humano, si se te puede usar como a un ser humano y puedes cumplir las responsabilidades, deberes y obligaciones de un humano sin que otros tiren de ti, te arrastren o te empujen y tampoco eres basura inútil ni un aprovechado ni un vividor, si puedes asumir las responsabilidades y obligaciones de un humano y asumir la misión de un humano, ¡solo esto es ser acorde al estándar como humano! ¿Pueden asumir la misión de un humano esos vividores y aquellos que no hacen las tareas que les corresponden? (No). Algunas personas no están dispuestas a asumir la responsabilidad; otras no pueden asumirla, son basura inútil. A aquellos que no pueden asumir las responsabilidades de un humano no se les puede llamar humanos. […] Aquellos que son incapaces de asumir su propio deber en la casa de Dios no son humanos normales y Dios no los quiere. Si eres un líder o un obrero o haces trabajo específico que involucra habilidades profesionales, debes ser capaz de asumir el trabajo del que eres responsable. Más allá de ser capaz de gestionar tu propia vida y supervivencia, tu existencia no consiste meramente en respirar ni en comer, beber y divertirte, sino en ser capaz de asumir la misión que Dios te ha dado. Solo tales personas son dignas de llamarse seres creados y de llamarse humanas. Aquellas en la casa de Dios que siempre quieren aprovecharse y salir del paso con engaños, con la esperanza de llegar hasta el final con sus artimañas y obtener bendiciones, no pueden asumir ningún trabajo ni ninguna responsabilidad, ya no digamos una misión. A tales personas se las debe descartar y no es ninguna lástima. Esto es porque lo que se descarta no es humano; no están cualificadas para que se las llame humanas. Puedes llamarlas inútiles, vividoras u ociosas; en cualquier caso, no son dignas de llamarse humanas. Cuando les asignas trabajo, no pueden completarlo de manera independiente; y cuando les asignas una tarea, no pueden asumir su responsabilidad ni cumplir con la obligación que les corresponde; tales personas están acabadas. No son dignas de vivir; merecen la muerte. Que Dios les perdone la vida ya es Su gracia, es un favor excepcional” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (5)). Dios expone que la mayor característica de las personas perezosas y ociosas es que no se ocupan del trabajo que les corresponde. En resumen, van por ahí errando. Se pasan los días pensando solo en comer, beber, divertirse y disfrutar de la comodidad física, sin ocuparse de los asuntos que deberían. Siempre que pueden, cumplen sus deberes por inercia, descansan y rehúyen las responsabilidades. No son capaces de cumplir bien con ningún deber y no están dispuestas ni capacitadas para asumir ningún trabajo. Solo buscan el ocio y la tranquilidad y, aun así, esperan recibir bendiciones al final. Este tipo de personas no merecen ser llamadas humanas, son inútiles, y Dios las detesta. Cuando reflexioné sobre mi comportamiento, vi que yo era exactamente como esas personas. No hacía el trabajo que podía hacer y rehuía las responsabilidades que debería haber asumido. Solo ansiaba la comodidad física y tenía miedo de enfrentar dificultades y agotarme. Mi mayor deseo cada día era terminar el trabajo cuanto antes e irme a descansar temprano. Quería vivir como un cerdo, sin estar bajo ninguna presión, y solo comer, beber y dormir bien. La iglesia me había confiado el importante deber de revisar videos, pero, para poder irme antes a la cama, ponía los videos en avance rápido cuando los revisaba. Si, debido a mi irresponsabilidad, permitía que se publicara un video que no cumpliera con el estándar, no solo no conseguiría dar testimonio de Dios, sino que además lo deshonraría, lo que sería una consecuencia que no podría soportar. Además, el director es el líder del trabajo de películas, y poder formarme para cumplir un deber tan importante era una forma en la que Dios me elevaba, pero yo fui irresponsable y holgazaneé. Al ser tanto la directora como una de las actrices de la película, yo tenía una responsabilidad innegable de que el rodaje se hubiera retrasado durante tanto tiempo y de su mala calidad. En esto, ¡estaba cometiendo una grave transgresión en mi deber! La iglesia me había cultivado como actriz durante muchos años; sin embargo, cuando vi que el trabajo de películas se estancaba por problemas con los actores, permanecí indiferente, no me puse nerviosa ni me preocupé y hasta rechacé hacer la audición para el papel protagonista por comodidad física. No tuve consideración con las intenciones de Dios ni conseguí proteger los intereses de Su casa. ¡Carecía por completo de humanidad! Al repasar mis distintos comportamientos y el daño que había causado al trabajo de la casa de Dios, vi que era exactamente como Dios lo describió cuando dijo: “No son dignas de vivir; merecen la muerte. Que Dios les perdone la vida ya es Su gracia, es un favor excepcional”. La casa de Dios me había dado una y otra vez la oportunidad de cumplir mis deberes para que pudiera ganar la verdad y que los deberes pudieran avanzar. Pero yo siempre era negligente y salía del paso. Era realmente un caso perdido. Carecía de conciencia y razón, y no había cumplido ninguno de los deberes que me habían encomendado. Era simplemente una buena para nada. Mi vida no tenía valor, ¡y nadie me echaría de menos si muriera! Ahora, que Dios me haya dado la oportunidad de reflexionar ya es una muestra de la gracia que me otorga.
Más adelante, leí más de las palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persiga la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Las palabras de Dios me permitieron entender que, cada vez que debía cumplir deberes, siempre me desagradaba enfrentar dificultades, temía al agotamiento y no era capaz de entregarme verdaderamente para Dios. Esto no solo se debía a mi terrible pereza, sino también a que los venenos de Satanás me dominaban por dentro, como: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “La vida solo consiste en comer rico y vestirse bien”, “Vive hoy sin preocuparte por el mañana”, “Vive el presente y no seas muy duro contigo mismo” y “El disfrute físico es la felicidad”. Vivía según estas ideas y opiniones, lo que me volvía cada vez más egoísta y despreciable. No estaba dispuesta a sufrir ni a pagar un precio por nada y anteponía siempre la comodidad física a todo lo demás. Igual que cuando era pequeña y vi que algunos compañeros entraron en la escuela secundaria básica: se levantaban antes del amanecer para ir a clase y, después del colegio, tenían que hacer todo tipo de deberes. A mí me parecía que vivir así sería demasiado agotador y que, por mucho que sufrieran, puede que ni siquiera llegaran a entrar en la universidad. Yo solo quería disfrutar del presente y vivir con comodidad, y sentía que eso bastaba. Así que abandoné la escuela tras terminar la primaria. Después de casarme, tampoco estaba dispuesta a ocuparme de los asuntos domésticos, por grandes o pequeños que fueran, y era mi marido el que se encargaba de todo. Mi familia decía que tenía suerte, que vivía sin preocupaciones, y yo pensaba que así era como debía vivir una persona y que vivir sin preocupaciones ni tensiones y pasar los días con libertad y tranquilidad era la vida más feliz que uno podía tener. Vi que esos venenos satánicos ya se habían convertido en mi naturaleza y en el criterio según el cual actuaba y me comportaba. Vivir según esas cosas me hacía disfrutar cada vez más de los placeres carnales y vivir de una manera muy mezquina. Después de llegar a la casa de Dios para cumplir mis deberes, seguía anteponiendo mis intereses físicos y solo estaba dispuesta a pagar un pequeño precio en mis deberes si mi comodidad física no se veía afectada. Sin embargo, en cuanto eso sucedía, me devanaba lo sesos buscando una salida y hacía mi deber de manera superficial. Tal como dice un himno: “La gente dará su vida por la carne, pero no quiere sacrificar nada por la verdad” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos, Un lamento para un mundo lúgubre y trágico). Incluso cuando me sentía recriminada tras actuar por inercia y sabía claramente cómo lograr buenos resultados, seguía sin estar dispuesta a soportar el sufrimiento ni a pagar el precio. Siempre sentía que ese esfuerzo no me valdría la pena, lo que me llevaba a ansiar la comodidad constantemente en mis deberes. Durante mi etapa como directora y actriz, causé grandes pérdidas al trabajo de la casa de Dios, pero no sentía nada al respecto, no me sentí afligida en absoluto y hasta pensaba que había razones objetivas para ello. Al pensarlo, me sentí un poco asustada. Esos venenos satánicos realmente me habían vuelto egoísta y vil. Aunque, en apariencia, mi carne disfrutaba de la comodidad, yo ya había perdido por completo mi dignidad e integridad como persona, y ahora ni siquiera tenía la oportunidad de cumplir mis deberes. Estos remordimientos por mis antiguos deberes se han convertido ahora en una mancha sobre mi fe en Dios. Pensé en cómo Dios, para salvar a la humanidad, no dudó en encarnarse, descender a la tierra y experimentar en persona el sufrimiento humano, y en cómo ha expresado toda clase de verdades para proveer y guiar a las personas, así como para juzgarlas y purificarlas. Los esfuerzos meticulosos que Dios ha dedicado a la humanidad son realmente enormes, pero yo no estaba dispuesta ni siquiera a cumplir el deber de un ser creado. ¿En qué sentido tenía yo conciencia o razón? ¡Era totalmente indigna de seguir a Dios!
Durante mi aislamiento, no pude contactar con la iglesia. Solo podía ver en YouTube los videos que hacían los hermanos y hermanas. Cuando vi que aumentaba el número de películas, testimonios vivenciales, himnos y videos de danza de la casa de Dios, y que se actualizaban cada día, sentí que esos hermanos y hermanas tenían la obra del Espíritu Santo y las bendiciones y la guía de Dios, y me dio mucha envidia. Echaba de menos los días en que cumplía mis deberes con mis hermanos y hermanas. Pensaba en cómo yo solía ser una de ellos, pero, por no haber valorado mis deberes y por haberlos cumplido superficialmente, una y otra vez, había perdido la oportunidad de cumplir mis deberes. Estaba muy angustiada. Mis remordimientos y transgresiones eran como espinas que tenía clavadas en mi corazón y me atormentaban muchísimo. Fue en ese momento cuando realmente entendí que la verdadera felicidad no consiste en cuánta comodidad física disfrutemos, sino en cuántas buenas acciones preparemos y cuántas cosas hagamos para complacer a Dios. Al mirar hacia atrás, vi que no había hecho ni una sola cosa para complacer a Dios y, cada vez que pensaba en ello, me llenaba de remordimientos y me sentía en deuda. En ese momento, escuché un himno de las palabras de Dios titulado “Solo al cumplir tu deber puedes vivir el valor de la vida humana”, y mi corazón se sintió más alegre.
1 ¿Qué valor tiene la vida de una persona? Por una parte, se trata de cumplir con el deber de un ser creado. En otro sentido, durante tu vida, debes cumplir tu misión; esto es lo más importante. No hablamos de completar una gran misión, deber o responsabilidad; pero como mínimo, debes cumplir con algo. En la vida de una persona, tras encontrar su lugar, se mantiene con firmeza en su puesto, conserva su posición, invierte toda la sangre de su corazón y toda su energía, y cumple y termina aquello en lo que debe trabajar y ha de completar. Cuando se presenta finalmente ante Dios para rendir cuentas, se siente relativamente satisfecho, no alberga acusaciones ni remordimientos en el corazón. Se siente reconfortado y piensa que ha conseguido algo, que ha vivido una vida valiosa.
[…]
3 Entonces, para vivir una vida valiosa y, en última instancia, alcanzar este tipo de frutos, merece la pena que el cuerpo físico de una persona sufra un poco y pague un pequeño precio, incluso si se vuelve físicamente enfermo de agotamiento o tiene algunos problemas de salud. Cuando una persona viene a este mundo, no es para disfrutar de la carne, ni para comer, beber y divertirse. No se debe vivir para tales cosas, ese no es el valor de la vida humana ni la senda correcta. El valor de la vida humana y la senda correcta a seguir implican lograr algo valioso y completar uno o varios trabajos de valor. A esto no se le llama carrera, sino que recibe el nombre de senda correcta, y también se la denomina la tarea adecuada. Vale la pena pagar el precio con el fin de completar algún trabajo valioso, tener una vida significativa y valiosa, y perseguir y alcanzar la verdad.
[…]
La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (6)
Este himno me abrió los ojos al valor y el significado de la vida. Fue entonces cuando supe que la comodidad física es solo temporal y que una vida verdaderamente significativa solo se puede alcanzar cuando cumplimos bien con nuestros deberes y nuestro corazón encuentra consuelo. Me di cuenta de que, si no resolvía mi carácter corrupto, mi pereza y mi codicia por la comodidad física siempre me impedirían cumplir mis deberes. Así que oré a Dios y busqué una senda de práctica.
Después, leí las palabras de Dios: “Quieres ser superficial cuando cumples con tu deber. Tratas de holgazanear y de evitar el escrutinio de Dios. En tales momentos, apresúrate a ir ante Dios para orar, y reflexiona sobre si esa fue la forma correcta de actuar. Luego piensa en ello: ‘¿Por qué creo en Dios? Esa superficialidad puede pasar desapercibida para la gente, pero ¿pasará desapercibida para Dios? Es más, mi creencia en Dios no es para holgazanear, sino para ser salvado. Que yo actúe de esta manera no es la expresión de una humanidad normal ni es algo estimado por Dios. No, podría holgazanear y hacer lo que quisiera en el mundo exterior, pero ahora mismo estoy en la casa de Dios, estoy bajo Su soberanía, bajo el escrutinio de Sus ojos. Soy una persona, debo actuar en conciencia, no puedo hacer lo que me plazca. Debo actuar según las palabras de Dios, no debo ser negligente, no puedo holgazanear. Entonces, ¿cómo debo actuar para no holgazanear, para no ser negligente? Debo esforzarme un poco. En ese momento me parecía que era demasiado problemático hacerlo de ese modo, quería evitar las dificultades, pero ahora lo entiendo: puede que suponga mucha molestia hacerlo así, pero es eficaz, y por eso hay que hacerlo de esa manera’. Cuando estés trabajando y sigas sintiendo miedo de las dificultades, en esos momentos debes orar a Dios: ‘¡Oh, Dios! Soy una persona perezosa y taimada, te ruego que me disciplines, que me reproches, para que mi conciencia sienta algo y yo tenga sentido de la vergüenza. No quiero ser negligente. Te ruego que me guíes y esclarezcas, que me muestres mi rebeldía y mi fealdad’. Cuando ores así, reflexiones y trates de conocerte a ti mismo, esto hará surgir un sentimiento de arrepentimiento, serás capaz de odiar tu fealdad y tu estado incorrecto comenzará a cambiar, serás capaz de contemplar esto y decirte a ti mismo: ‘¿Por qué soy negligente? ¿Por qué trato siempre de holgazanear? Actuar de ese modo carece de toda conciencia y razón: ¿sigo siendo alguien que cree en Dios? ¿Por qué no me tomo las cosas en serio? ¿No será que me hace falta dedicar un poco más de tiempo y esfuerzo? No supone una gran carga. Esto es lo que debería hacer; si ni siquiera puedo hacer esto, ¿merezco que se me considere un ser humano?’. A consecuencia de ello, tomarás una determinación y harás un juramento: ‘¡Oh, Dios mío! Te he decepcionado, en verdad estoy muy hondamente corrompido, no tengo conciencia ni razón, no tengo humanidad, deseo arrepentirme. Te ruego que me perdones, sin duda cambiaré. Si no me arrepiento, quiero que me castigues’. Después, tu mentalidad dará un vuelco y empezarás a cambiar. Te comportarás y cumplirás con tu deber con esmero, con menos superficialidad, y serás capaz de sufrir y pagar un precio. Cumplir con tu deber de esta manera te parecerá maravilloso, y tu corazón permanecerá tranquilo y gozoso. Cuando las personas saben aceptar el escrutinio de Dios, cuando son capaces de orarle y de ampararse en Él, sus estados pronto terminan cambiando. Cuando el estado negativo de tu corazón se haya revertido y te hayas rebelado contra tus propios propósitos y contra los deseos egoístas de la carne, cuando seas capaz de desprenderte de la comodidad y el gozo de la carne, actuando según los requerimientos de Dios, y ya no seas ni arbitrario ni imprudente, entonces tendrás paz en tu corazón y tu conciencia no te hará reproches. ¿Resulta fácil rebelarte contra la carne y actuar según los requerimientos de Dios de esta manera? Mientras las personas tengan una tremenda aspiración por Dios, pueden rebelarse contra la carne y practicar la verdad. Y mientras seas capaz de practicar de este modo, antes de darte cuenta estarás entrando en la realidad-verdad. No será difícil en absoluto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). Tras leer las palabras de Dios, encontré una senda de práctica. Para cumplir mis deberes en la fe, debo tener un enorme deseo de Dios y anteponer mis deberes. Cuando quiera ser negligente en mi deber, debo orar de inmediato a Dios, pedirle que me dé la determinación para soportar el sufrimiento y también aceptar Su escrutinio. Si persevero en esta práctica, mi problema de ser negligente irá mejorando de a poco. Me di cuenta de que la intención de Dios al hacer que perdiera mis deberes era que reflexionara sobre mis problemas y que esto era un punto de inflexión en mi senda de fe. Tenía que perseguir la verdad, rebelarme contra mi carne, cumplir bien mi deber y vivir conforme a una semejanza humana. Me arrodillé y oré a Dios: “Dios, ahora veo con claridad la raíz de mi fracaso. Ya no quiero vivir según un carácter satánico. Quiero esforzarme por progresar y, si vuelvo a tener la oportunidad de cumplir con mi deber, lo antepondré y haré todo lo posible para complacerte”. En agosto de 2024, por fin logré contactar con la iglesia y pude volver a cumplir mis deberes. Estaba tan emocionada que no sabía cómo expresar lo que sentía. Por un momento, sentí una mezcla indescriptible de alegría, gratitud y culpa. Sabía que esto era Dios, que me daba una oportunidad de arrepentirme, y me propuse en mi corazón y en secreto que jamás volvería a disfrutar de la comodidad física en mis deberes como había hecho antes y que debía recordar anteponer mis deberes y aceptar el escrutinio de Dios.
Más tarde, la iglesia dispuso que continuara mi trabajo como actriz y me formé en cómo actuar en videos vivenciales. Además, asumí otros deberes a tiempo parcial. Esta vez, ya no sentía que mis deberes a tiempo parcial fueran innecesarios y los hacía siempre que tenía tiempo. Vi que los hermanos y hermanas con los que había trabajado antes habían progresado mucho en sus deberes durante el año anterior. Me di cuenta de que a mí me faltaban muchas cosas y también quise esforzarme por progresar, pero sentía que no estaba a la altura, ya que había aumentado muchísimo el ritmo de grabación de los videos de testimonios vivenciales y apenas había tiempo para practicar. Recuerdo que el tiempo de preparación para el primer video de un testimonio vivencial en el que actué fue muy breve y pensé: “Estoy empezando a formarme; ¿no podrían tener más consideración y darme más tiempo para prepararme? ¿Realmente hace falta ir tan deprisa?”. Le dije lo que pensaba a la directora, que me dijo: “No pasa nada, confiaremos en Dios y simplemente tenemos que esforzarnos al máximo”. En ese momento, me di cuenta de que estaba volviendo a intentar complacer mi carne al querer cumplir mis deberes de forma cómoda y fácil. Al pensar en mis fracasos anteriores, me advertí a mí misma y me dije que ya no podía tener consideración con mi carne. Si había poco tiempo, pues no había más remedio que hacer las cosas lo mejor posible. Luego, me fui a prepararme de inmediato. El primer video vivencial se grabó con éxito, según lo previsto. A partir de entonces, cuando actuaba en videos de testimonios vivenciales más largos, a veces seguía sintiendo mucha presión y, cuando el tiempo apremiaba, me venía a la mente mi desagrado por enfrentar dificultades y mi temor al agotamiento, pero, cuando surgían esos pensamientos, era capaz de reconocerlos a tiempo y oraba de inmediato a Dios para pedirle que protegiera mi corazón y me impidiera volver a pensar en mi carne. Luego, practicaba una y otra vez y daba lo mejor de mí en mis actuaciones. Aunque mis interpretaciones en los videos aún no son igual de naturales y fluidas que las de los demás, cuando me esfuerzo al máximo, mi corazón ya no siente ninguna recriminación, sino que me siento tranquila y en paz.
Al experimentar este tipo de situación y pasar de tener varios deberes, pero no valorarlos, a perderlos y, luego, a recuperarlos, realmente sentí las intenciones meticulosas de Dios y entendí que todos Sus arreglos son para permitirme despojarme de mi carácter corrupto y convertirme en una persona con conciencia y humanidad. Gracias a Dios por darme esta gran oportunidad de conocerme a mí misma y obtener la verdad. Estoy dispuesta a valorar el tiempo que me queda, a cumplir mis deberes de forma adecuada y a no decepcionar a Dios.