61. Encontré mi verdadero futuro

Por Lin Qing, China

Nací en una familia campesina común y corriente. Mis padres no tenían estudios y solo podían mantener a la familia haciendo trabajos manuales. Éramos extremadamente pobres. Mis padres ya pasaban de los cuarenta cuando me tuvieron, y depositaron en mí todas sus esperanzas. Mis padres siempre me guiaban diciéndome: “Nosotros no tenemos estudios y nos pasamos la vida trabajando arduamente al aire libre. Hemos luchado toda la vida, pero no tenemos ninguna expectativa de futuro. Tienes que estudiar mucho y conseguir un buen trabajo en el futuro, así podrás trabajar en una oficina, sin estar expuesta a las inclemencias del clima ni tener que preocuparte por la comida o la ropa. Nosotros también podremos disfrutar de tus éxitos”. Los profesores también solían enseñarnos los dichos “El conocimiento puede cambiar tu destino” y “Soporta las mayores adversidades para convertirte en el mejor”. Crecí condicionada por estos dichos. En especial, cuando veía a personas que habían tenido éxito en sus estudios, eran famosas y recibían admiración dondequiera que fueran, pensaba que eran realmente prestigiosas y me convencía aún más de que el conocimiento me llevaría a tener un buen futuro en el que podría disfrutar de una vida material mejor y de la admiración de los demás. Me hice una promesa en secreto de que me aseguraría de entrar en una buena universidad y conseguiría un trabajo respetable en el futuro. Ayudaría a mis padres a tener una buena vida y haría que nuestros familiares y vecinos miraran a nuestra familia con otros ojos.

Cuando estaba en la escuela, dediqué todo mi tiempo y energía a estudiar: mientras los demás se divertían durante las vacaciones, yo leía libros y hacía los deberes. Mi último año en la escuela secundaria fue el más ajetreado para mí, ya que dediqué toda mi energía a prepararme para el examen de ingreso a la universidad. Sin embargo, los resultados del examen no fueron los que esperaba y me sentí muy decepcionada. Jamás imaginé que mi vida tocaría fondo justo cuando estaba por empezar. Mi familia no tenía dinero ni poder, así que, si quería tener una buena vida que los demás respetaran en el futuro, mi única opción era entrar en una buena universidad. Tomé la decisión de repetir el año. A partir de entonces, me puse a estudiar más duro que nunca. Como no era tan inteligente como mis compañeros más dotados, debía tener más determinación que ellos. Solía motivarme con dichos como “El que persevera, alcanza” y “A quien madruga, Dios lo ayuda”. Para ahorrar tiempo, no iba a casa los fines de semana y me quedaba en la escuela a estudiar. Siempre que tenía tiempo, resolvía ejercicios de ejemplo difíciles. A veces, si no podía acabarlos durante el día, me los llevaba al dormitorio y seguía haciéndolos bajo las sábanas con una linterna. Aunque mi miopía empeoraba, no le daba importancia. Cada día, mi corazón era como un resorte comprimido por pavor a no hacer bien el examen y perder mi oportunidad de cambiar mi porvenir. En 2014, conseguí entrar a la universidad y pude elegir la carrera que quería. En ese momento, estaba llena de esperanza respecto al futuro y sentía que mis esfuerzos no habían sido en vano esta vez. Si seguía estudiando con empeño y conseguía un trabajo respetable después de graduarme, no cabía duda de que mis ancianos me elogiarían por tener buenas expectativas de futuro.

El año en el que entré a la universidad, mi tía me predicó el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días y empecé a llevar una vida de iglesia. En las reuniones, entendí que Dios creó el cielo, la tierra y todas las cosas, y que Él tiene soberanía sobre ellas y las controla. Después de que Satanás corrompió al hombre, este se volvió cada vez más perverso y depravado. Para salvar a la humanidad, Dios ha estado realizando Su obra en tres etapas. En los últimos días, también se ha encarnado en persona para expresar palabras que juzgan y castigan a las personas, lo que logra salvarlas de la esclavitud del pecado y las llevan a un destino maravilloso. Pensé en que, entre millones de personas, yo era una de las afortunadas que había oído la voz de Dios y había recibido Su salvación. Me sentí muy honrada y emocionada. ¡Esta era la mayor bendición de mi vida! En las reuniones, les contaba a mis hermanas las cosas que me sobrevenían en la universidad y ellas hablaban conmigo sobre las palabras de Dios en relación con mis problemas. A veces, también me llevaban a regar a los nuevos fieles. Cuando me reunía con mis hermanas, me sentía especialmente libre y liberada, y mi corazón estaba muy tranquilo.

Más adelante, oí que la hermana Muchen había empezado a cumplir sus deberes a tiempo completo después de graduarse de la universidad. En ese momento, me quedé sorprendida y pensé: “Aunque mi hermana es muy joven, tiene una gran determinación para entregarse por Dios. Yo no tengo esa determinación. Si cumplo mi deber a tiempo completo, no tendré un buen trabajo en el futuro. ¿Dirán mis familiares y amigos que no he conseguido nada? Creeré en Dios e iré a la universidad al mismo tiempo. Así, no solo podré conseguir un buen trabajo, sino que también podré recibir las bendiciones de Dios. Tendré lo mejor de los dos mundos”. Sin embargo, luego vi que mi hermana no llevaba mucho tiempo creyendo en Dios, pero progresaba muy deprisa y era capaz de compartir con nosotros y ayudarnos con cualquiera de nuestros estados o dificultades. En especial, sentí admiración y envidia desde lo más profundo de mi corazón cuando la oí contar cómo, cuando la policía vino al lugar donde se estaban reuniendo para arrestarlos, ella confió en Dios y vio Su maravillosa protección. Empecé a reflexionar y pensé: “Mi hermana cumple sus deberes en la iglesia todos los días y entiende muchísimas verdades. ¡Progresa en la vida con tanta rapidez! Yo estudio y asisto a las reuniones al mismo tiempo, y no soy capaz de hablar sobre ninguna experiencia. Parece que, si quiero progresar en la vida, tengo que cumplir con más deberes. Sin embargo, si me dedico a los deberes a tiempo completo, como lo hace mi hermana, no tendré energía para estudiar. He estudiado muy duro durante muchísimos años para poder conseguir un buen trabajo después de graduarme, para no tener que preocuparme por la comida ni la ropa, para ayudar a mis padres a tener una buena vida en el futuro y también para parecer respetable y prestigiosa entre mis familiares. Si elijo dedicar todo mi tiempo a cumplir mi deber, mientras que mis compañeros consiguen buenos trabajos después de graduarse, yo será la única que no se destaca ni tiene un trabajo respetable. ¿Qué pensarán de mí mis familiares y amigos?”. Cuando lo pensé, ya no quise cumplir mi deber a tiempo completo.

Un mes antes de las vacaciones, una hermana me preguntó: “Ya se acercan las vacaciones. ¿Qué planes tienes? ¿Estás dispuesta a formarte y a cumplir con tu deber?”. Al principio, me emocioné mucho al oírlo. Entendía muy pocas verdades, así que era una oportunidad perfecta para formarme en cumplir un deber y obtener la verdad. Pero después pensé: “En cuanto empiece a cumplir mi deber, no podré abandonarlo sin más cuando vuelvan a comenzar las clases. Eso no estaría de acuerdo con la intención de Dios. Pero, si sigo cumpliendo mi deber cuando empiecen las clases, no cabe duda de que mis estudios se verán afectados. Si mis compañeras de cuarto descubren que creo en Dios y lo denuncian en la universidad, puede que me expulsen y, entonces, realmente no tendré ningún futuro. Entonces, ¿cómo podré recompensar a mis padres? Si no me va tan bien como a los demás, ¿qué pensarán de mí mis familiares? ¿Qué debería elegir?”. De camino a casa, tenía el corazón atribulado. Por un lado, tenía el sueño de ir a la universidad, que había perseguido con tanto esfuerzo y durante tantos años; por el otro, estaba el cumplir mi deber como ser creado. No quería perderme ninguna de las dos cosas. En esa época, sentía mi corazón muy apesadumbrado y no sabía qué decisión tomar. Al darme cuenta de que mi estado no era el correcto, oré en silencio a Dios: “Dios mío, sé que cumplir mi deber es algo significativo y quiero hacerlo. Pero mi estatura es demasiado pequeña y me preocupa que, si cumplo mi deber, mis estudios se vean perjudicados. Me siento débil por dentro, pero no quiero perder esta oportunidad. Dios mío, te ruego que me guíes para entender Tu intención en esta situación”.

Esa noche, no paraba de dar vueltas en la cama sin poder dormir. Encendí el teléfono y, de casualidad, escuché un himno de las palabras de Dios titulado “Debes anteponer la creencia en Dios”:

1  Si deseas creer en Dios, ganar a Dios y Su satisfacción, si no soportas un grado de dolor o pones cierta cantidad de esfuerzo, no serás capaz de conseguir estas cosas. Habéis oído mucha predicación, pero haberla oído no significa que sea vuestra; debes absorberla y transformarla en algo que te pertenezca, debes asimilarla en tu vida y traerla a tu existencia, permitiendo que estas palabras y esta predicación guíen tu forma de vivir y traigan valor existencial y sentido a tu vida. Entonces te habrá merecido la pena oírlas.

2  Si las palabras que hablo no provocan ninguna mejora en tu vida, ningún valor a tu existencia, no tiene sentido escucharlas. Debes tratar la fe en Dios como la cuestión más significativa de tu vida, más importante incluso que la comida, la ropa o cualquier otra cosa, de ese modo, cosecharás resultados. Si sólo crees cuando tienes tiempo, y eres incapaz de dedicar toda tu atención a tu creencia, si siempre estás atolondrado en tu fe, entonces no obtendrás nada.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X

Al escuchar el himno de las palabras de Dios, me sentí tan conmovida que no pude sino derramar lágrimas. Sentía que Dios estaba justo a mi lado, escuchando mis oraciones y usando Sus palabras para guiarme e inspirarme. Entendí que creer en Dios es lo más importante en la vida, más importante que la comida, la ropa o disfrutar de las cosas y más importante que cualquier fama, provecho o futuro que pudiera tener. Todo lo que pertenece a la carne es temporal. Solo al perseguir la verdad y lograr cambiar de carácter puede uno alcanzar la salvación y sobrevivir. Cumplir nuestro deber es el camino para entrar en la realidad-verdad. Al cumplir nuestros deberes, nos enfrentaremos a distintas dificultades y problemas y se revelarán diversas actitudes corruptas. Sin embargo, esto también nos impulsa a buscar más principios-verdad para resolver nuestra propia corrupción. Si solo voy a reuniones en mi tiempo libre, no cumplo un deber y, en cambio, dedico la mayor parte de mi tiempo a estudiar, experimentaré menos cosas y buscaré menos la verdad para resolver mis propios problemas. Lo único que entenderé serán palabras y doctrinas superficiales y no podré entrar en la realidad. Esto hace que sea muy difícil alcanzar la salvación. La hermana Muchen y yo éramos un marcado contraste. Muchen no llevaba mucho tiempo creyendo en Dios, pero había experimentado muchas cosas al cumplir su deber y había buscado la verdad muchas veces. Cuando hablaba sobre la verdad en las reuniones, era capaz de incorporar sus propias experiencias y de hablar de forma práctica. Además, cuanto más verdades entendía, más grande era su fe en Dios y más fuerte era su motivación para cumplir su deber. Por el contrario, yo trataba la fe en Dios como un pasatiempo que tenía en mi tiempo libre, para que no interfiriera con mis estudios. Me conformaba con solo asistir a las reuniones y no pensaba en cumplir el deber de un ser creado. Si seguía creyendo de forma tan superficial y me perdía el período clave para perseguir la verdad, por lo que no lograba obtenerla en última instancia, ¿acaso no sería descartada? Pensé en cómo esto había coincidido de casualidad con las vacaciones. No podía dejar pasar esta oportunidad de cumplir mi deber y de obtener la verdad, por lo que, sin pensar de momento en lo que pasaría cuando empezara el nuevo semestre, le dije a mi hermana que estaba dispuesta a formarme para cumplir un deber.

Durante las vacaciones, organizamos reuniones de grupo juntas y, cuando nuestros hermanos y hermanas se reunían, todos eran capaces de sincerarse con inocencia y de comunicarse entre ellos. Mi corazón se sentía especialmente liberado y libre. Veía a mis compañeros de la universidad que se pasaban todo el día comiendo, bebiendo y divirtiéndose, que eran adictos al móvil y a los videojuegos en línea, que salían con parejas y llevaban una vida depravada y decadente, y recordaba cómo yo solía ser igual que ellos. Siempre que tenía un rato libre, me ponía a jugar con el móvil o a ver una serie de televisión, sin tener nada adecuado en el corazón. Ahora, a través de las reuniones y al comer y beber las palabras de Dios, me había dado cuenta de que esas corrientes malignas solo consumirían mi corazón y lo alejarían de Dios, y que no aportaban absolutamente nada beneficioso a mi vida. De a poco, empecé a tener la determinación de alejarme de esas corrientes malignas y logré sosegar mi corazón ante Dios, comer y beber Sus palabras y cumplir mi deber. Ya no desperdiciaba los días sin sentido. Me di cuenta de que solo al creer en Dios, perseguir la verdad y cumplir mi deber podría alejarme de esas corrientes malignas y vivir una vida valiosa y con sentido.

Más adelante, a medida que se acercaba el comienzo del semestre, me sentía algo vacilante. ¿Debía dejar los estudios y cumplir mis deberes a tiempo completo? Consulté con Muchen y le pregunté: “Durante todo este tiempo, he experimentado que puedo obtener más verdades al cumplir mi deber. También quiero comer y beber más las palabras de Dios y cumplir bien con mi deber. Sin embargo, cuando pienso en que no tendré un buen trabajo, en que nadie me admirará en el futuro y en que no podré recompensar mejor a mis padres lo que han hecho por mí, pierdo la determinación de dejar mis estudios”. Mi hermana habló sobre su experiencia conmigo y buscó las palabras de Dios relevantes para ayudarme. Dios Todopoderoso dice: “Durante el proceso en que el hombre adquiere el conocimiento, Satanás emplea todo tipo de método, ya sea explicar historias, darle simplemente un poco de conocimiento individual o permitirle satisfacer sus propios deseos o ambiciones. ¿Por qué camino quiere conducirte Satanás? Las personas creen que no hay nada malo en aprender conocimiento, que es completamente natural. Para decirlo de manera que suene bien, fomentar nobles ideales o tener ambiciones es tener motivación, y esta debería ser la senda correcta en la vida. ¿No es una forma más gloriosa de vivir para las personas poder realizar sus propios ideales, establecer una carrera con éxito? Al hacer todas estas cosas, uno no solo puede honrar a los antepasados, sino que también tiene la oportunidad de dejar una marca en la historia, ¿no es una cosa buena? Esto es algo bueno a los ojos de las personas mundanas y para ellas esto debe ser apropiado y positivo. Sin embargo, ¿acaso Satanás, con sus motivos siniestros, lleva a las personas a este tipo de camino y eso es todo? Por supuesto que no. En realidad, independientemente de lo nobles que sean los ideales del hombre, de lo realistas que sean sus deseos o de lo adecuados que puedan ser, todo lo que el hombre quiere lograr, todo lo que busca está inextricablemente vinculado a dos palabras. Ambas son de vital importancia para la vida de cada persona y son cosas que Satanás pretende infundir en el hombre. ¿Qué dos palabras son? Son ‘fama’ y ‘provecho’. Satanás usa un método muy suave, un método muy de acuerdo con las nociones de las personas y que no es muy agresivo, para hacer que estas acepten sin darse cuenta sus medios y leyes de supervivencia, desarrollen objetivos y una dirección en la vida y lleguen a tener aspiraciones en ella. Por muy altisonantes que parezcan las palabras que las personas usan para hablar sobre sus aspiraciones en la vida, estas aspiraciones están inextricablemente vinculadas a la ‘fama’ y el ‘provecho’. Todo lo que persigue cualquier persona importante o famosa —o, de hecho, cualquier persona— a lo largo de su vida solo guarda relación con estas dos palabras: ‘fama’ y ‘provecho’. Las personas piensan que una vez que han obtenido fama y provecho, tienen capital que pueden usar para disfrutar de un estatus alto y de una gran riqueza, así como para disfrutar de la vida. Piensan que, una vez que tengan fama y provecho, tienen capital que pueden usar para buscar placer y participar en el disfrute excesivo de la carne. En nombre de esta fama y provecho que desean, de buena gana, aunque sin saberlo, las personas entregan su cuerpo, su corazón e incluso todo lo que tienen, incluidas sus expectativas y su porvenir a Satanás. Lo hacen sin reservas, sin dudarlo ni un momento y sin saber jamás reclamar todo lo que una vez tuvieron. ¿Pueden las personas conservar algún control sobre sí mismas una vez que se han entregado a Satanás y se han vuelto leales a él de esta manera? Desde luego que no. Están total y completamente controladas por Satanás. Se han hundido de un modo completo y total en un cenagal y son incapaces de liberarse a sí mismas. Una vez que alguien está atascado en la fama y el provecho, deja de buscar lo que es brillante, lo recto o esas cosas que son hermosas y buenas. Esto se debe a que, para las personas, la seducción de la fama y el provecho es demasiado grande; son cosas que pueden buscar sin parar durante toda su vida e incluso durante toda la eternidad. ¿No es esta la situación real?(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Las palabras de Dios me permitieron entender que Satanás usa la fama y el provecho como cebo para hacer que las personas se esfuercen mucho por aprender conocimientos y destacar entre la multitud, que consideren la fama y el provecho su meta en la vida, que nieguen la soberanía de Dios y se aparten de forma inconsciente del cuidado y la protección del Creador para vivir en la trampa de Satanás y que, en última instancia, él los devore. Satanás me había perjudicado profundamente. Desde pequeña, en casa y en la escuela, me habían inculcado los dichos: “El conocimiento puede cambiar tu destino” y “Soporta las mayores adversidades para convertirte en el mejor”. Creía que tener éxito en los estudios podía traer honor a la familia y hacer que uno destacara entre la multitud y que los demás lo admiraran. Veía cómo mis padres no tenían estudios y solo podían mantener a la familia mediante duro trabajo físico. No solo era agotador, sino que nadie los respetaba. Sentía que vivir mi vida de esa manera no tenía ningún valor y que solo si obtenía conocimientos académicos y conseguía un trabajo respetable en el futuro podría cambiar mi vida y que mis familiares y amigos me admiraran. Para alcanzar mis aspiraciones, estudiaba día y noche y, cuando no obtuve un buen resultado en mi primer intento de hacer el examen de ingreso a la universidad, decidí repetir el curso y me esforcé aún más que antes. Incluso cuando apagaban las luces del dormitorio, yo seguía estudiando con una linterna debajo de las sábanas. Aunque mi miopía empeoraba, no le daba importancia. Vivía con una angustia y una ansiedad constantes, solo para obtener una simple hoja de papel con buenas notas. A medida que se acercaba la fecha del examen de ingreso a la universidad, estaba en constante tensión, como un resorte comprimido, por pavor a perderme mi único “salvavidas”. También me sentía confundida y con dolor, pero era incapaz de escapar. Lo único que podía hacer era seguir esas corrientes. Ahora entendía que Satanás usa la fama y el provecho para desorientar a las personas y hacer que su corazón se aleje cada vez más de Dios. Pensé en cómo una pariente me predicó el evangelio después de que entré en la universidad y me llevó ante Dios, pero yo seguía pensando que mi mayor prioridad era la búsqueda de un buen futuro. Solo quería creer en Dios en mi tiempo libre, siempre que no afectara a mis estudios, y no estaba dispuesta a dejar los estudios ni a entregarme por Dios a tiempo completo. Me di cuenta de que la fama y el provecho eran los obstáculos más grandes para que practicara la verdad y cumpliera mi deber. Ahora ya había oído la voz de Dios, pero no podía perseguir la verdad ni cumplir mi deber, sino que vivía según las reglas satánicas de la existencia y valoraba más la fama y el provecho que la verdad y vida. ¡Realmente no sabía distinguir lo correcto de lo incorrecto! Aunque obtuviera un diploma y encontrara un buen empleo, si no obtenía la verdad y vida, al final, Dios me descartaría. En el pasado, siempre pensé que ir a la universidad mientras creía en Dios me traería fama y provecho, así como las bendiciones de Dios. Pero eso era solo una ilusión mía y no estaba de acuerdo en absoluto con la verdad. Dios dice: “Si sólo crees cuando tienes tiempo, y eres incapaz de dedicar toda tu atención a tu creencia, si siempre estás atolondrado en tu fe, entonces no obtendrás nada(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X). El Señor Jesús también dijo: “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo(Lucas 14:33). Entendí que, para seguir a Dios, uno debe tener un corazón dedicado y no estar limitado ni atado por la familia, la carne, el dinero, la fama o el provecho. Uno debe dedicar todo su tiempo a cumplir su deber, a perseguir la verdad, a obtenerla y, finalmente, a alcanzar la salvación de Dios. Tomemos como ejemplo a los discípulos del Señor Jesús en la Era de la Gracia. Algunos renunciaron al estatus y a las riquezas, mientras que otros renunciaron a sus familias para seguir al Señor Jesús con todo el corazón y viajaron por todos lados para predicar el evangelio y dar testimonio del Señor. Estas fueron vidas con sentido y dignas de ser imitadas. Además, solía pensar que obtener conocimientos académicos me llevaría a conseguir un buen trabajo, lo que me permitiría tener una buena vida en la que no tendría que preocuparme por la comida ni la ropa y en la que recibiría la admiración de mis familiares y amigos; creía que solo la fama y el provecho podían traer la felicidad. Ahora, cuando lo pensaba, aunque muchos intelectuales y muchas personas con poder y riqueza parecen glamurosos y hermosos a primera vista, y gozan de prestigio dondequiera que van, no creen en Dios ni entienden la verdad. Viven atrapados en la trampa de Satanás, compiten para obtener fama y provecho, y luchan tanto abiertamente como en secreto. Para obtener estatus y reputación, ponen en riesgo su salud y venden su integridad y su dignidad. Sus vidas son oscuras y no son felices. Si una persona pierde el cuidado y la protección de Dios y no cuenta con Su bendición ni Su salvación, ¿qué felicidad puede tener? Por muchos conocimientos que tenga, por mucha admiración que reciba de los demás o por muy lujosos que sean sus placeres materiales, al final, caerá en las catástrofes, sufrirá la perdición y perecerá. Eso no es tener un verdadero futuro. Ahora estamos en los últimos días. Dios está a punto de poner fin a esta era y hacer Su obra de premiar el bien y castigar el mal. Solo al perseguir la verdad y lograr cambiar de carácter puede uno alcanzar la salvación, sobrevivir y que Dios lo guíe a la era siguiente. Ese es el verdadero futuro.

Más adelante, leí sobre la experiencia de Pedro, la cual me dio cierta inspiración y motivación. Dios Todopoderoso dice: “Pedro fue bendecido al haber nacido en esas condiciones sociales tan favorables. Él era muy brillante y asimilaba fácil y rápidamente las nuevas ideas. Tras comenzar sus estudios, era capaz de deducir muchas cosas muy fácilmente durante las lecciones a partir de simplemente algo de información. Sus padres estaban orgullosos de tener un hijo tan inteligente e hicieron grandes esfuerzos para permitirle ir a la escuela, con la esperanza de que pudiera destacar y asegurar algún tipo de puesto oficial en la sociedad. Sin darse cuenta de ello, Pedro desarrolló un interés en Dios, y a los catorce años, cuando estaba en secundaria, sintió aversión por el plan de estudios de la antigua cultura griega que estudiaba, especialmente en lo relacionado con las personas y los acontecimientos ficticios de la historia griega antigua. Desde ese momento, Pedro —que acababa de entrar en la primavera de la juventud— empezó a tratar de descubrir más sobre la vida humana y empezó a acercarse a la sociedad. Su conciencia no lo impulsó a compensar los arduos esfuerzos que habían hecho sus padres, porque vio claramente que todas las personas vivían en un estado de autoengaño, que vivían vidas sin sentido y que destruían su vida en aras de luchar por la riqueza y el reconocimiento. Su percepción tuvo mucho que ver con el entorno social en el que vivía. Cuanto más conocimiento tienen las personas, más complejas son sus relaciones interpersonales y su mundo interno; por tanto, más existen en un vacío. Bajo estas circunstancias, Pedro pasaba su tiempo libre haciendo visitas de gran alcance, la mayoría de las cuales eran a figuras religiosas. Parecía tener un sentimiento vago en su corazón de que la religión podría explicar todo lo inexplicable en el mundo humano, por lo que a menudo iba a una sinagoga cercana para asistir a los servicios. Sus padres no lo sabían, y no pasó mucho tiempo antes de que Pedro, que siempre había tenido buena calidad humana y buenas calificaciones, comenzara a odiar ir a la escuela. Bajo la supervisión de sus padres, apenas terminó la secundaria. Nadó hasta salir del océano del conocimiento y respiró profundamente y, a partir de ese momento, ya nadie lo educó ni lo limitó(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Sobre la vida de Pedro). La experiencia de Pedro me mostró que él tenía un corazón inocente, amaba las cosas positivas y empezó a reflexionar sobre la vida desde una edad temprana. Al relacionarse con la sociedad, entendió que las personas vivían sus vidas para obtener fama y provecho y que, cuanto más conocimiento adquiría una persona, más complicada y corrupta se volvía su mente. También vio con claridad la oscuridad y la maldad de la sociedad, así como la vacuidad de perseguir la fama, el provecho y el estatus. No siguió los deseos de sus padres de destacar entre la multitud y de esforzarse por conseguir algún tipo de puesto oficial en la sociedad. En cambio, renunció con determinación a sus estudios, siguió la senda de la fe en Dios y, más adelante, siguió al Señor Jesús. Dedicó su vida a intentar entender a Dios, buscaba la intención de Dios en todo y entendía sus propios defectos y carencias a través de las palabras de Dios. En última instancia, pudo someterse a Dios hasta la muerte y amarlo al máximo. Se ganó la aprobación de Dios y vivió una vida con sentido. Por el contrario, yo no era capaz de dilucidar las cosas y, debido a mi búsqueda de fama y provecho, no quería cumplir el deber de un ser creado y me conformaba con creer en mi tiempo libre. Si seguía creyendo de esa manera, al final, ¡todo sería en vano! Tenía que seguir el ejemplo de Pedro y desprenderme de mi futuro personal para buscar las cosas positivas de forma activa. Durante mi etapa en la universidad, vi la oscuridad y la maldad de esta sociedad. Las universidades bajo la autoridad del Partido Comunista Chino son centros de educación atea. Todos buscan la vanidad, anhelan la maldad y a nadie le importa si los estudiantes comen, beben, se divierten o se pelean. Sin embargo, a las personas que creen en Dios y transitan por la senda correcta las obstaculizan a cada paso. La universidad también difunde rumores infundados para condenar y calumniar a Dios, y hace que las personas se aparten de Él y lo traicionen. Si seguía asistiendo a la universidad allí, no haría más que dejarme arrastrar por las corrientes malignas y me alejaría cada vez más de Dios. En última instancia, acabaría cayendo en las grandes catástrofes y sería destruida. Solo Dios puede mostrar a las personas la senda correcta y solo al entender la verdad puede uno vivir conforme a una semejanza más humana. Estaba dispuesta a elegir cumplir mi deber y a complacer a Dios.

Sin embargo, cuando realmente decidí dejar mis estudios, aún tenía algunas dudas. Una vez que eligiera dedicar todo mi tiempo a mis deberes, ya no podría ganar dinero para cuidar de mis padres. Mis padres se habían esforzado mucho en criarme y en pagarme mis estudios y, ahora que eran mayores, ya no tenían tan buena salud como antes. Si se enfermaban en el futuro, entonces, mi situación no me permitiría cuidar de ellos. Siempre sentiría que les debía algo. Cuando mi hermana se enteró de mi estado, me buscó algunas de las palabras de Dios y las leí: “Yo siempre consolaré a todos los que perciban Mis intenciones, y no permitiré que sufran o que les suceda algún daño. Lo fundamental ahora es ser capaz de tomar acciones conforme a Mis intenciones. Quienes hagan esto recibirán, con toda certeza, Mis bendiciones y estarán bajo Mi protección. ¿Quién puede esforzarse verdadera y enteramente por Mí y ofrecer su todo por Mi bien? Todos estáis indecisos, vuestros pensamientos dan vueltas y vueltas, pensáis en el hogar, en el mundo exterior, en la comida y en la ropa. A pesar de que estás aquí, delante de Mí, haciendo cosas para Mí, en el fondo, sigues pensando en tu esposa, tus hijos y tus padres, que están en casa. ¿Son todas estas cosas tu propiedad? ¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No confías en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 59). Los que se entregan con sinceridad por Dios son leales y sumisos a Él, cumplen su deber sin considerar las ganancias y pérdidas personales y cumplen con sus responsabilidades para completar la comisión de Dios. Sin embargo, cuando tenía que tomar una decisión, siempre pensaba en mi futuro, mi familia y mis padres. No era realmente capaz de poner todo lo que tenía en manos de Dios. El porvenir de nuestros padres está bajo la soberanía de Dios: Él ha predestinado desde hace mucho cuánto sufrimiento padecerán y de cuánta felicidad disfrutarán. Si los aquejan las enfermedades, como hijos, aunque nos quedemos con ellos o paguemos para que reciban tratamiento médico, no podemos sufrir por ellos ni cambiar nada. Tomemos como ejemplo a mi tío, que tiene muchos hijos. Las familias de mis primos son relativamente pudientes y son bastante buenos hijos con mi tío. Cuando a mi tío le diagnosticaron cáncer de pulmón, pagaron su operación entre todos y se turnaron para cuidar de él. Pensaban que se iba a recuperar después de la operación, pero, de forma inesperada, falleció a los pocos meses. Mi familia no es pudiente y mis padres se dedican, en su mayor parte, a hacer trabajos manuales. Sin embargo, siguen teniendo buena salud y casi nunca se enferman durante el año. Me di cuenta de que no entendía la autoridad de Dios y que seguía teniendo muy poca fe en Él. Mis padres y yo tenemos porvenires independientes; el porvenir de mis padres no se verá afectado en absoluto porque yo cumpla mi deber a tiempo completo o no. Debo someterme a la orquestación y los arreglos del Creador y encomendar a Dios todo lo relacionado con mis padres. Cuando lo entendí, dejé de vivir con angustia y ansiedad y mi corazón se sintió mucho más liberado.

Más adelante, leí las palabras de Dios: “Dios busca a aquellos que anhelan que Él aparezca. Busca a aquellos que son capaces de oír Sus palabras, los que no olvidan Su comisión y le ofrecen su corazón y su cuerpo. Él busca a aquellos que, como bebés, son sumisos y no se resisten ante Él. Si te dedicas a Dios, sin impedimento de ninguna fuerza, entonces Dios te mirará con buenos ojos y te concederá Sus bendiciones. Si tienes un estatus elevado, una gran reputación, si posees riqueza de conocimiento, si tienes multitud de propiedades y el apoyo de muchas personas, pero estas cosas no te afectan y sigues yendo ante Dios para aceptar Su llamamiento y Su comisión, para hacer lo que Él te pide, entonces todo lo que haces será la causa más significativa de la tierra y el proyecto más recto de la humanidad(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Apéndice II: Dios tiene soberanía sobre el porvenir de toda la humanidad). Las palabras de Dios me permitieron entender Su apremiante intención de salvar a la humanidad. Dios busca a personas que puedan escuchar Sus palabras y someterse a Él, y quiere salvar a quienes anhelan Su aparición. Si las personas pueden desprenderse de su reputación, estatus, dinero e intereses y acudir a Dios para cumplir su deber, esto cuenta con Su aprobación y, además, es lo más significativo que hay. Pensé en cómo Pedro fue capaz de obedecer el llamado de Dios, cumplir su deber y dar, en última instancia, un hermoso y rotundo testimonio que consoló el corazón de Dios. Yo también debía cumplir con las responsabilidades de un ser creado y cumplir bien con mi deber; solo así puedo ser una persona con conciencia y humanidad. El que yo tuviera la suerte de poder cumplir deberes en la iglesia era por la gracia de Dios hacia mí, y estaba dispuesta a dejar mis estudios para cumplir mi deber.

Más adelante, le conté mi decisión a mi padre y él me apoyó. Incluso dijo: “Creer en Dios es la senda correcta en la vida. Ya eres adulta y, como has escogido esta senda, debes tener la determinación y la perseverancia para seguir adelante. Por muchos reveses o dificultades que enfrentes, no te desanimes. ¡Persigue tus metas de corazón!”. Me sorprendió un poco el apoyo de mi padre. Sabía que sus pensamientos e ideas también estaban en manos de Dios y me sentí muy agradecida con Él en mi corazón. También se fortaleció mi fe para seguir a Dios. Cuando comenzó el nuevo semestre, le presenté a mi profesor la solicitud para darme de baja. Mi profesor no entendía por qué renunciaría a ir a una buena universidad y seguía intentando convencerme de que no lo hiciera. Me dijo: “Tienes que pensártelo bien. Tus padres trabajaron muy duro para enviarte a la universidad y no te resultó fácil entrar. Si abandonas ahora, nunca tendrás un trabajo estable en el futuro. ¡Debes mirar a futuro y no ser cortoplacista!”. Cuando oí al profesor decir que debía mirar a futuro, el corazón me dio un vuelco. Pensé: “Sí. Una vez que tome esta decisión, nunca tendré un trabajo respetable. Entonces, es probable que nunca me gane la admiración de los demás ni disfrute de los placeres de la carne”. Me di cuenta de que mi mentalidad no era la correcta, así que oré de inmediato a Dios en mi corazón. En ese momento, recordé con claridad las palabras de Dios: “En todo momento, Mi pueblo debe estar en guardia contra las astutas maquinaciones de Satanás […](La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 3). Sabía que esto era Dios, que me estaba dando un recordatorio y guiándome. Desde fuera, parecía que solo estaba hablando con mi profesor, pero, en realidad, las artimañas de Satanás se escondían detrás de eso. Satanás usó al profesor para decir cosas que parecían velar por mis intereses y me tentaban a alejarme de Dios y a abandonar mi deber. ¡Satanás es realmente despreciable! También me puse a reflexionar: “El profesor dijo que no debía ser cortoplacista, sino que debía mirar a futuro; ¿qué significa realmente mirar a futuro? Si busco graduarme con un título importante, tener un buen empleo y que los demás me admiren, pero no puedo cumplir bien con mi deber ni obtener la verdad, entonces, cuando la obra de Dios llegue a su fin, no habré ganado nada. Sin embargo, si sigo a Dios y cumplo bien con los deberes de un ser creado, puedo obtener la salvación. Esa es la elección más correcta; eso es mirar realmente a futuro”. Así que respondí con firmeza: “Mi decisión de abandonar la universidad no ha sido una decisión por impulso. La medité durante mucho tiempo y no me arrepentiré de tomarla”. El profesor vio que no podía convencerme y negó con la cabeza, resignado. No tuvo otra opción que tramitar mi baja de la universidad. En el momento en que salí del campus, me sentí extremadamente alegre, ya que ya no tendría que estar limitada por mis profesores ni mis compañeros cuando asistiera a las reuniones o cumpliera mi deber. Sentí que me había quitado un gran peso de encima. Me sentí como un pájaro que se escapaba de su jaula y volvía a ser libre en el cielo azul.

A partir de entonces, pasé todo mi tiempo dedicándome de lleno a mis deberes. Junto con mis hermanos y hermanas, asistía a reuniones, cumplía mi deber cada día y me sentía muy tranquila y en paz. En el proceso de cumplir mi deber, revelé muchas actitudes corruptas. Por ejemplo, al cumplir mi deber, ansiaba obtener resultados rápidos, era superficial y disfrutaba de las comodidades de la carne; además, experimenté cierta poda, castigo y disciplina. Adquirí cierta comprensión de mis propias actitudes corruptas y logré algunos cambios. Estos logros no los habría obtenido si hubiera seguido estudiando en la universidad. ¡Doy gracias a Dios por haberme sacado del lodazal de la búsqueda de la fama y el provecho y por haberme guiado hacia la senda correcta en la vida!

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