75. No me arrepiento de mi elección
Nací en los años 90 y me volví adicta a las series románticas cuando estaba en la secundaria. Cada vez que veía el inquebrantable amor de los protagonistas masculino y femenino, en especial cuando el hombre cuida de la mujer, me daba envidia y esperaba poder tener también un amor así algún día. Pensaba que encontrar a alguien que me quisiera y permanecer juntos en lo bueno y en lo malo sería la manera más feliz y significativa de vivir la vida.
En abril de 2009, poco después de haber encontrado a Dios, conocí a Wenbin. Era cuatro años mayor que yo y era ingenuo, sincero, maduro, estable, además de atento y cariñoso conmigo. Cada vez que me ponía de mal humor con él, siempre me soportaba. Normalmente, cuando sucedía algo, primero me pedía opinión y siempre me seguía la corriente y respetaba mis decisiones. Me sentía cómoda con él. Nuestros parientes y amigos también nos envidiaban y decían que Wenbin era siempre servicial y que en estos tiempos era difícil encontrar a una persona semejante. Estaba inmersa en la dulzura del amor y a menudo me sentía afortunada de tener a un novio tan considerado.
A medida que leí más palabras de Dios, entendí que Su obra en los últimos días por medio de Su encarnación es salvar y perfeccionar a la especie humana, la de llevar a la siguiente era a los que creen con sinceridad en Dios y son purificados y que este es el paso final en la obra de Dios para salvar a la especie humana. Mis padres también compartían conmigo a menudo sobre lo que significa creer en Dios, me recordaban que valorara esta oportunidad tan rara. Quería llevar a Wenbin ante Dios para que los dos creyéramos en Él y persiguiéramos juntos la verdad y que, al final, pudiéramos salvarnos y entrar juntos al reino. ¡Sería una enorme alegría! Por tanto, le pregunté con sutileza por su actitud hacia la fe. Él no creía en Dios, sino que creía que el porvenir de una persona está en sus propias manos. Dijo: “Somos jóvenes y todo debería girar en torno al dinero”. También me dijo que no escuchara a mis padres cuando hablaran sobre creer en Dios y que en este mundo no había ningún Dios. Oírle decir estas cosas me hizo sentir una incomodidad indescriptible. Mi intención original era llevarlo ante Dios y que ambos creyéramos en Él, pero nunca hubiera esperado que fuera ateo. ¿Qué iba a hacer? Había visto a algunos hermanos y hermanas cuyas familias no creían en Dios y los obstaculizaban y acosaban. Lo mismo le pasó a mi prima. Antes de casarse, era activa en el cumplimiento de su deber y predicaba el evangelio en diversos lugares, pero después de la boda, su marido ateo la acosó y obstaculizó su fe; discutían o reñían a diario. Más adelante, mi prima no podía siquiera asistir a las reuniones, así que terminaron divorciándose y el hijo se lo dieron al padre. Ella se ponía muy triste cada vez que pensaba en su hijo. Yo no quería soportar un matrimonio semejante ni tal dolor. Wenbin no creía en Dios, así que, si en el futuro me acosaba, ¿sería capaz de mantenerme firme? Durante un tiempo, no supe qué hacer. En mi dolor, acudí ante Dios en oración: “Dios, no esperaba que Wenbin fuera ateo. Después de tanto tiempo juntos, he invertido mucho a nivel emocional y si rompo con él, el corazón se me haría pedazos. No puedo soportar desprenderme de este afecto. Pero si me quedo con él y se interpone en el camino de mi fe porque estamos en sendas separadas, ¿qué haría entonces? Dios, mi estatura es demasiado escasa; por favor, guíame a tomar la decisión correcta”. En los días siguientes, empecé a leer las palabras de Dios sobre cómo abordar el matrimonio y llegué a entender que existen principios para elegir a un compañero. Es importante encontrar a alguien que piense igual que tú, con buena humanidad y que no se interpusiera en mi fe. Wenbin no creía en Dios, no pensábamos igual ni estábamos en la misma senda y la relación se rompería tarde o temprano. Mientras más afecto pusiera en ello, más me dolería la ruptura. Durante esa época, cada vez que pensaba en ello, se me afligía el corazón. No podía soportar la idea de romper, pero, si seguíamos juntos, recorreríamos sendas distintas. Mi corazón estaba lleno de contradicciones, así que le relaté a Dios mi dolor y mis dificultades y le pedí ayuda.
Casi sin darme cuenta, llegó marzo de 2011 y la familia de Wenbin nos pedía que nos comprometiéramos. Debía tomar una decisión. En mi corazón, tenía claro que Wenbin no creía en Dios y que no podríamos llegar juntos al final de la misma senda, pero seguía teniendo algo de esperanza, pensaba: “Nunca le he testimoniado formalmente sobre la obra de Dios y no estoy segura de su actitud hacia la verdad. Si no cree en Dios pero no me pone obstáculos, podríamos seguir juntos”. Así que decidí hablar con él sobre mi fe en Dios y ver cómo reaccionaba. Ocurrió algo que nunca hubiera esperado. En cuanto oyó que creía en Dios, apretó un puño con ira y lo estampó contra la pared. Me sorprendió lo que hizo y, para cuando me recuperé, ya le estaba sangrando la mano del impacto. Cuando vi que estaba a punto de golpear la pared de nuevo, le agarré enseguida la mano, pero él la apartó con violencia. Al percibir su comportamiento anormal y su fría expresión, me pareció tener delante a un extraño y me asusté, pensé: “¿Sigue siendo el mismo novio que solía estar de acuerdo conmigo en todo lo que decía? ¿Por qué se comporta así al enterarse de que creo en Dios? Sus ojos están llenos de odio. Solo creo en Dios, no he hecho nada malo, ¿por qué reacciona así?”. Seguí orando a Dios en mi corazón: “Dios, si de veras obstaculiza mi fe, estoy dispuesta a romper con él. Pero mi estatura es demasiado escasa y no puedo desprenderme de los dos años de afecto que hemos compartido. Por favor, dame fuerzas para tomar la decisión adecuada”. Después de orar, compartí mi experiencia respecto a contar con la protección de Dios y dejé clara cuál era mi postura. Permaneció en silencio durante un rato y luego estuvo de acuerdo en no interponerse en mi fe. Acordamos que, si alguna vez se interponía en mi fe, rompería con él. Al principio le asombró oír esto, pero aun así estuvo de acuerdo.
El hermano de Wenbin y su cuñada tenían una humanidad decente y creían en la existencia de Dios, así que les testimonié sobre la obra de Dios de los últimos días. Cuando Wenbin se enteró, estalló de furia y, delante de su familia, me dijo que me fuera y que no quería volver a verme. Lanzó con fuerza su teléfono delante de mí. Nunca lo había visto tan enfadado. En un tono de odio, dijo: “¡No me voy a interponer en tu fe, pero no intentes predicarle a mi familia!”. Al ver lo reacio que era hacia mi fe, me preocupé y pensé: “Dijo que no se interpondría en mi fe, pero eso es porque no sabe que asisto a reuniones y cumplo mi deber. Si lo descubre, ¿intentará interponerse en mi fe? Si intenta interponerse en mi camino, será inevitable que discutamos y puede que nuestro matrimonio se derrumbe. ¿Qué debería hacer entonces?”. Tenía el corazón dividido. Si rompíamos, puede que nunca volviera a conocer a otra persona que realmente me amase así, ¿qué sentido tendría entonces mi vida? Pero si no rompíamos, seguro que seguiríamos discutiendo, ¿qué felicidad podría haber entonces en una vida semejante? Solo con pensar en ello se me rompía el corazón y me veía en un dilema. Más tarde, me di cuenta de nuestras evidentes diferencias respecto a cómo contemplábamos las cosas. Por ejemplo, él decía que después de casarnos deberíamos abrir un restaurante, ganar dinero para comprar un coche, una casa y demás. Yo decía: “El cielo ya ha ordenado cuánto dinero puede ganar una persona y solo necesitamos el suficiente para vivir. El dinero no es lo más importante en la vida. Debemos adorar a Dios. Esa es la senda correcta en la vida”. Él respondió con tristeza: “¿Qué sentido tiene vivir si no haces dinero? ¿Cómo vas a comer o beber sin dinero? ¡No tienes ambición!”. Tales discusiones se sucedían con frecuencia y me sentía agotada. Cada vez que teníamos un desacuerdo que provocaba infelicidad, me preguntaba: “¿Es esta la felicidad que quería? ¿Por qué no puedo sentirme feliz? ¿Qué es lo más significativo que hay que buscar en la vida? ¿Cómo puedo evitar desperdiciarla?”. Después, acudí ante Dios y oré: “Dios, al principio pensaba que vivir con Wenbin me traería felicidad y que esta era la vida con la que siempre había soñado, pero ahora veo que las cosas no son como pensaba. Caminamos por sendas diferentes y no tenemos nada en común, así que mi corazón jamás puede encontrar la liberación. A diario leo Tus palabras y asisto a reuniones en secreto porque me da miedo discutir sobre estas cosas. Dios, siento un gran dolor y quiero liberarme de este afecto, pero muy en el fondo, no puedo soportar desprenderme de esta relación. Ayúdame, por favor”.
Más tarde, Wenbin pareció percibir algo. Varias veces, a mi regreso después de haber estado fuera, me hacía todo tipo de preguntas. Al principio, no pensé demasiado en ello, hasta un día que iba a asistir a una reunión. Me preparé con tiempo y estaba punto de irme cuando me dijo: “Dime la verdad, ¿vas otra vez a una reunión?”. Su tono amable habitual cambió de repente y se puso muy serio. Le dije: “Sí. ¿Qué pasa? ¿No dijiste que no me impedirías creer en Dios?”. Respondió: “Pensé que romperías conmigo si no estaba de acuerdo. ¿Cómo no iba a decir tal cosa? Pensé que, cuando pasara mucho tiempo, se debilitaría tu voluntad de creer en Dios y dejarías de hacerlo. ¡Nunca esperé que en los últimos seis meses te volvieras incluso más devota! No puedo soportarlo más. Tienes que elegir entre tu fe y yo. ¡Si me eliges, tienes que renunciar a tu fe!”. Sabía que, de seguir juntos, habría constantes discusiones y que esta disputa solo sería el principio. Pero, si de veras rompíamos, yo seguiría teniendo muchas reticencias y no querría renunciar a esta relación. Sin embargo, si elegía a Wenbin, tendría que renunciar a mi fe. Este era el momento clave en el que Dios perfecciona a las personas y yo también había llegado a creer firmemente que las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad, el camino y la vida. Además, por medio de experimentar la obra de Dios, había experimentado que Sus palabras pueden purificar a las personas, resolver sus actitudes corruptas e indicarles la dirección y la senda correctas en su comportamiento y conducta propia. La verdad que Dios les da a las personas es realmente valiosa, así que, si perdía esta oportunidad, ¡lo lamentaría toda la vida! ¿Cómo iba a elegir entre mi fe y mi matrimonio? ¿Por qué no podía tener ambos? Me sentía dividida y oré en silencio a Dios. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios que había leído en una reunión: “Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. […] Cuando Él y Satanás luchan en el reino espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Las palabras de Dios me hicieron entender que Dios quiere salvar a las personas, pero Satanás no cederá con facilidad. Dios permite a Satanás que nos tiente para ver cómo elegimos en tales situaciones y si podemos permanecer junto a Él para satisfacerlo. En apariencia, parecía que Wenbin me impedía seguir a Dios, pero en realidad, Satanás estaba causando perturbaciones entre bambalinas. Tanto Dios como Satanás estaban observando mi elección y tenía que testimoniar para Él. Tomé el control de mis emociones y dije con calma: “¡Elijo creer en Dios!”. Wenbin dejó clara su postura: prefería romper a permitirme creer en Dios. Me sentí profundamente abatida y no pude evitar derrumbarme entre lágrimas cuando volví a casa. No esperaba que, después de todos estos años, nuestra relación alcanzara este punto realmente. En medio de mi dolor, oré a Dios, le pedí que me ayudara a mantenerme firme en esta situación.
Luego leí las palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes sacrificarte por la verdad, debes soportar humillación por la verdad y debes padecer más sufrimiento para obtener más de la verdad. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de disfrutar de armonía familiar y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute temporario. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan terrenal y mundana no tienes ningún objetivo que perseguir, ¿no es eso malgastar tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Al meditar sobre las palabras de Dios, entendí que el matrimonio no es lo más importante en la vida y que creer en Él, obtener la verdad y conocer a Dios es lo que hace que la vida sea más significativa. En los últimos días, Dios encarnado ha venido entre los humanos y ha expresado mucha verdad con el fin de concedernos la vida eterna. Pero yo solo me centraba en el disfrute físico temporal. No estaba dispuesta a sufrir ni a pagar un precio para obtener la verdad y la vida y siempre anhelaba la comodidad física. Al final, ¿qué podía obtener al vivir de esta manera? Cuando llegaran las grandes catástrofes, ¿quién sería capaz de salvarme? Para obtener la verdad, uno debe sufrir y pagar un precio, pues es imposible entrar en el reino de los cielos sobre un cojín de terciopelo. En el pasado, pensaba que el matrimonio era hermoso y que pasar la vida con alguien que te ama le da significado a esta, pero ahora me daba cuenta de que había sido demasiado inocente. Wenbin y yo estábamos en sendas diferentes. Él no creía en Dios, sino que veneraba la ciencia y el disfrute material y buscaba maneras de hacer dinero y vivir una vida superior. Por mi parte, yo creía en contentarse con la comida y la bebida justa para vivir y que las personas deberían perseguir la verdad y buscar vivir con auténtica semejanza humana en la vida, cumplir bien con los deberes de los seres creados y obtener la aprobación del Creador. Nuestras opiniones y las cosas que buscábamos en la vida eran completamente diferentes, así que no teníamos intereses comunes. Aunque era bastante considerado y atento conmigo, yo aún sentía dolor en mi interior y vivía muy reprimida. Cuando estaba con él, tenía que asistir a las reuniones y leer las palabras de Dios en secreto, por miedo a que discutiera conmigo por creer en Dios y me sentía extremadamente constreñida y agotada por dentro. Las palabras de Dios me hicieron entender que las cosas más importantes en la vida son que una persona persiga la verdad, cumpla bien con el deber de un ser creado y complete la misión que le encarga el Creador. A ojos del Creador, tal persona se ve preciada y vive una vida significativa y valiosa. Justo igual que Pedro, que se pasó la vida centrado en perseguir la verdad y cumplir bien con su deber para satisfacer a Dios y al final recibió Su aprobación. Después de entender esto, tuve incluso mayor certeza de que elegir creer en Dios era la elección correcta. Entonces, me dediqué activamente a las filas de los que cumplen su deber.
Después de algún tiempo, Wenbin y sus padres vinieron de repente a mi casa. Wenbin, con lágrimas cayéndole por el rostro, dijo: “No puedo desprenderme de esta relación, pero es que, sencillamente, no puedo aceptar tu fe. Hazlo por mí, ¿puedes renunciar a tu fe? Vivamos una buena vida juntos”. Sus padres también me instaron a renunciar a mi fe. Me di cuenta de que esta era otra elección que debía hacer. Me calmé y pensé: “Si Wenbin me ama de veras, mientras yo sea feliz, debería apoyarme haga lo que haga. Si creer en Dios me hace feliz, él debería apoyarme. Pero Wenbin no me permite creer en Dios. ¿Es eso amor verdadero? No, no puedo ceder”. Así que declaré con calma mi postura: “Quiero creer en Dios y no voy a arrepentirme de mi decisión”. Antes de marcharse, Wenbin me preguntó por qué no lo elegía a él y si es que no había sido lo bastante bueno conmigo. Dije: “No, has sido bueno conmigo. En el pasado, pensaba que el matrimonio era maravilloso y parte importante de la vida, pero, después de encontrar a Dios, entendí que casarse no es lo más importante en la vida. Si eligiera renunciar a mi fe para estar contigo, aunque desde fuera la vida pareciera fácil y armoniosa, con disfrute físico, ¿qué sentido tendría vivirla de esta manera? ¿No sería igual que vivir como un cadáver sin alma? ¿Consiste la vida solo en comer, beber y divertirse, a la espera de la muerte? ¿Qué valor tendría una vida así? Tú buscas el disfrute físico y un estilo de vida superior, pero eso no es lo que yo quiero. Yo busco vivir una vida verdadera, la auténtica semejanza humana y recibir la aprobación del Creador. Caminamos por sendas diferentes y nunca alcanzaremos el mismo destino”. Wenbin enmudeció tras oír esto y nuestra relación llegó a su final.
Luego, reflexioné sobre por qué me angustié tanto cuando me enfrenté con la elección entre el matrimonio y la fe. Me encontré con un pasaje de las palabras de Dios: “Perniciosas influencias en lo profundo del corazón humano, como resultado de miles de años ‘del elevado espíritu nacional’ y el pensamiento feudal han dejado a las personas atadas y encadenadas, sin una pizca de libertad; no tienen aspiraciones ni perseverancia ni deseo de progresar, sino que permanecen negativas y retrógradas, con una mentalidad de esclavos particularmente fuerte, y así sucesivamente, estos factores objetivos les han impartido una desagradable imagen, de indeleble suciedad, a la actitud ideológica, los ideales, la moralidad y el carácter humanos. Al parecer, los seres humanos están viviendo en un mundo oscuro de terrorismo y nadie busca trascenderlo, nadie piensa en avanzar a un mundo ideal. Se contentan con su suerte en la vida y pasan sus días teniendo hijos y criándolos, esforzándose, sudando, atendiendo sus quehaceres, soñando con una familia agradable y feliz, el afecto conyugal, la piedad filial por parte de los hijos, unos últimos años gozosos y vivir una vida apacible… Durante decenas, millares, decenas de millares de años hasta ahora, las personas han malgastado así su tiempo; nadie ha creado una vida perfecta. Se han limitado a masacrarse unos a otros en este mundo oscuro, luchando por fama y fortuna, en intrigas los unos contra los otros. ¿Quién ha buscado alguna vez las intenciones de Dios? ¿Alguna vez le ha prestado alguien atención a la obra de Dios? Todas las partes de la humanidad ocupadas por la influencia de la oscuridad hace mucho que se convirtieron en naturaleza humana, de manera que es bastante difícil llevar a cabo la obra de Dios y hoy las personas tienen aún menos ánimo de prestar atención a lo que Dios les ha confiado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (3)). Después de leer las palabras de Dios, entendí por qué me resultaba tan difícil elegir entre el matrimonio y la fe. Las series de televisión me habían adoctrinado desde pequeña y me enseñaron que “la vida es valiosa; el amor lo es incluso más” y “el amor es supremo”. Estas ideas me influyeron y me envenenaron la mente. Pensaba que la mayor alegría de la vida era encontrar a alguien que te amara y que ambos envejecieran juntos y se apoyaran el uno al otro. En especial, cuando veía a las protagonistas femeninas a las que los protagonistas masculinos cuidaban en todos los sentidos, pensaba que eran muy felices y creía falazmente que encontrar a alguien que te amara significaba que la vida no se vivía en vano. Después de que encontré a Dios, Wenbin se opuso con firmeza y me pidió que eligiera entre él y mi fe. Esto me llenó de sentimientos de dolor y conflicto interno; pensé que, si no podía pasar la vida con alguien que me amaba, entonces esta no tendría valor ni significado. Al comer y beber las palabras de Dios, entendí por fin que el amor y el matrimonio no son las cosas más significativas. Igual que, aunque Wenbin siempre era atento y cuidadoso conmigo, todavía me sentía vacía e indefensa a menudo y solo encontraba consuelo en el corazón al leer las palabras de Dios. Me di cuenta de que el vacío del corazón no se puede llenar con el gozo material ni con el cuidado de un compañero. Ideas como “el amor es supremo” y “la vida es valiosa; el amor lo es incluso más” son todas palabras endiabladas de Satanás para engañar a las personas y Satanás intenta usarlas para tentarnos y engañarnos, con lo que nos hace buscar ciegamente el amor y el matrimonio y que tratemos estas cosas como si lo más adecuado fuera buscarlas, con el resultado de que nos separamos de Dios, lo traicionamos y perdemos nuestra oportunidad de salvación. Si no hubiera sido por el esclarecimiento y la guía de las palabras de Dios, habría elegido el matrimonio y perdido la oportunidad de obtener Su salvación. Cuando pensé en esto, mi determinación para seguir a Dios y creer en Él se volvió incluso más firme.
Como Wenbin se interponía sin cesar en mi fe, desentrañé su esencia poco a poco. Wenbin parecía amable, accesible y amistoso, pero era ateo y, cada vez que oía hablar de mi fe, se enojaba y los ojos se le ponían rojos de ira. Sus palabras y revelaciones estaban llenas de hostilidad y tenía la esencia de un demonio. Como dijo Dios: “Todos los que no creen, junto con los que no practican la verdad, ¡son demonios!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Una persona normal, aunque no acepte la fe, no será hostil. Solo los demonios odian a Dios y Wenbin tenía realmente la esencia de un demonio. Entonces leí las palabras de Dios: “¿Por qué un esposo ama a su esposa? ¿Y por qué una esposa ama a su esposo? ¿Por qué los hijos son buenos hijos con sus padres? ¿Y por qué los padres adoran a sus hijos? ¿Qué clase de intenciones realmente albergan las personas? ¿No es su intención satisfacer los planes propios y los deseos egoístas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). A partir de las palabras de Dios, entendí que todas las relaciones entre las personas están basadas en intereses y transacciones y no existe el amor verdadero. Wenbin solo era amable conmigo por su propio beneficio, porque yo no gastaba el dinero a la ligera como otras chicas ni tenía ningún mal hábito. Yo también era buena con sus padres, trabajaba duro para su familia y no me asustaba ensuciarme las manos ni sudar la gota gorda. Estas cosas lo beneficiaban a él. Sin embargo, cuando descubrió que yo creía en Dios, le preocupó que, como había encontrado a Dios, no ganara dinero con él y, como esto afectaba a sus intereses, empezó a mostrarse reacio. Cada vez que surgía algo relacionado con la fe, me regañaba y me menospreciaba, sin considerar mis sentimientos en absoluto. Todavía no me había casado con él y en realidad no había afectado sus intereses, pero él ya me trataba así. Después de casarnos, en cuanto empezara a dedicarme a mi deber, seguro que me obstaculizaría y me acosaría más e incluso terminaríamos divorciados. ¿Cómo podría existir la felicidad con alguien que da prioridad a sus intereses personales y odia a Dios?
Después de romper con Wenbin, sentí mucha más calma en el corazón y pude leer las palabras de Dios, asistir a las reuniones y cumplir mi deber sin restricciones. Pensé que poder ser testigo de la aparición de Dios durante mi vida, aceptar ser purificada y perfeccionada por Sus palabras y cumplir bien con el deber de un ser creado es ciertamente una gran bendición y sentí el corazón lleno de dulzura y alegría. Ahora me puedo dedicar por completo a mi fe y mi deber. ¡Esto es el amor y la salvación de Dios para conmigo y le doy las gracias desde el fondo de mi corazón!