92. ¿Es la bondad de los padres una deuda imposible de saldar?

Por Miaoxiao, China

Crecí en una familia pobre de campesinos. Mis padres me adoptaron cuando ya rondaban los 40 años. Desde que tuve uso de razón, vi que mis padres trabajaban duro para ganar dinero y mantener a la familia. Durante todo el año, mi padre se levantaba a la madrugada para trabajar y, en los calurosos días de junio, trabajaba al aire libre para pagarme los estudios. Mi madre era igual. Cuando se enfermaba, no quería saber nada de gastar dinero en tratamientos médicos; cada día iba a la hondonada a cortar heno para criar conejos y así ganar dinero para pagarme la matrícula. Me angustiaba profundamente ver la difícil situación de mis padres, así que decidí que sería buena hija cuando creciera. Cuando crecí, me solía decir a mí misma que debía evitar llegar a la situación en la que “el hijo quiere cuidar de sus padres, pero ellos ya no están”. Me decía a mí misma que tenía que ser buena hija y que de ninguna manera podía quedarme con algún remordimiento al respecto. Más adelante, renuncié al hombre que amaba y elegí a mi actual esposo, que se fue a vivir con mi familia, de acuerdo con lo que deseaban mis padres.

En 2011, mi padre falleció de forma repentina. Se fue antes de que pudiera mostrarle mi respeto como hija. Pensé: “Por muy difícil que se pongan las cosas, seré buena hija con mi madre. No puedo tener más remordimientos”. Solía comprar suplementos nutricionales y otras cosas para mi madre. En 2012, mi madre me predicó el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Seis meses después, solía asistir con frecuencia a reuniones y cumplía mi deber. Mi esposo criticaba tanto implícita como explícitamente a mi madre por predicarme el evangelio y hasta la dejaba en ridículo y se burlaba de ella deliberadamente delante de mí. Me enfadaba tanto que reprendía a mi esposo y, cada vez que ocurría, veía que mi madre se escondía, sumida en el dolor y la impotencia. Más tarde, la persecución de mi esposo se intensificó y hasta llegó a golpearme y regañarme. Mi madre también sufrió el abuso verbal y el dolor conmigo, y yo sentía que le debía muchísimo. A finales de 2015, me eligieron predicadora. Una vez, estaba tan ocupada con mis deberes que no volví a casa por una semana. Mi esposo se juntó con sus familiares para causarle problemas a mi madre y también amenazó con denunciar a los líderes y obreros de la iglesia. Me vi obligada a dejar de cumplir mi deber y regresar a casa para proteger el entorno. Tras regresar, mi esposo dejó de trabajar y se quedó en casa para vigilarme. Esto me hizo sentir una aversión total, pero no me atrevía a discutir con él delante de mi madre. No podía hacer más que soportarlo con sufrimiento y reprimida. Pensaba en cómo mi esposo había humillado y ridiculizado sin cesar a mi madre desde que empecé a creer en Dios y me sentía tan angustiada que era como si me estuvieran destrozando el corazón. Sentía que no solo no estaba permitiendo a mi madre disfrutar de su vejez, sino que, además, le estaba causando muchos agravios y sufrimiento. Como consecuencia, ya no tenía la determinación para salir a cumplir mi deber. Mi madre compartió conmigo y me dijo que debía confiar en Dios para experimentar ese entorno, pero yo temía que mi esposo volviera a perseguirme si volvía a irme a cumplir mi deber y no sabía cuántos agravios más tendría que soportar mi madre. Por lo tanto, me quedé en casa y mi estado empeoró cada vez más. Después, mis hermanos y hermanas le pidieron a mi hijo que me transmitiera un mensaje en el que me recordaban que debía orar a Dios y confiar más en Él en ese tipo de entorno. Lloré y oré a Dios. Sus palabras me esclarecieron y me guiaron, y recuperé mi determinación. Más adelante, Dios me abrió una salida. La agencia de empleos de mi esposo le notificó que debía reincorporarse al trabajo, y yo pude volver a asistir a las reuniones. Poco tiempo después, volví a asumir el deber de líder y, siempre que tenía tiempo libre, hablaba con mi madre sobre las palabras de Dios y ganaba fe en Él.

En 2016, arrestaron a la hermana con la que colaboraba. También éramos vecinas, así que mi seguridad también corría peligro. Tuve que irme de casa y esconderme. Hablé con mi esposo sobre el tema e, increíblemente, tan solo unos pocos días después de que me fuera de casa, él fue a la comisaría y me denunció por creer en Dios y abandonar mi hogar. La policía empezó a investigarme, así que era aún menos capaz de volver a casa. Pensé en que tal vez no podría volver a ver a mi madre nunca más; ¿cómo iba a cuidar de ella y ser buena hija? Mi padre había fallecido y mi esposo nos perseguía de esa manera. Desde que me fui, no sabía a qué tipo de maltratos sometería a mi madre. Soy la única familiar de mi madre. Ella estaría destrozada y no lo podría soportar si yo no estaba a su lado. Pero ¿podría mantenerme firme si me arrestaban al volver a casa? El dolor y el conflicto me atormentaban el corazón, así que oré a Dios y le rogué que me guiara para experimentar este entorno. Un día, pensé en las palabras de Dios: “Dónde irá una persona, qué hará, con quién o con qué se encontrará, qué dirá y qué le ocurrirá cada día, ¿puede la gente predecir alguna de estas cosas? Se puede decir que las personas no solo no pueden prever todos estos sucesos, sino que mucho menos pueden controlar el desarrollo de estas cosas. En la vida diaria de la gente, estos acontecimientos imprevisibles ocurren todo el tiempo; son hechos comunes. El acontecimiento de estos ‘asuntos triviales de la vida cotidiana’ y los medios y los patrones de su desarrollo son recordatorios constantes para la especie humana de que nada ocurre al azar, y que el proceso del desarrollo y la inevitabilidad de cada suceso no pueden ser cambiados por la voluntad humana. El acontecimiento de cada suceso transmite una amonestación del Creador a la especie humana, y también envía el mensaje de que los seres humanos no pueden controlar sus propios sinos. Al mismo tiempo, es también una refutación de la ambición y el deseo de la especie humana de esperar en vano a tomar su sino en sus propias manos. Esta refutación es como una fuerte bofetada en la cara que recibe la especie humana una y otra vez, que obliga a las personas a reflexionar sobre quién exactamente tiene la soberanía sobre su sino y lo controla. Y, mientras sus ambiciones y deseos son frustrados y destrozados constantemente, la gente tampoco puede evitar ajustarse inconscientemente a las disposiciones del sino y aceptar la realidad, la voluntad del Cielo y la soberanía del Creador. Desde el reiterado acontecimiento de los ‘asuntos triviales de la vida cotidiana’ a los sinos de las vidas enteras de todos los humanos, no hay nada que no revele la soberanía del Creador y sus disposiciones; no hay nada que no envíe el mensaje de que ‘la autoridad del Creador no puede sobrepasarse’, que no transmita esta verdad inmutable de que ‘la autoridad del Creador es suprema’(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Mientras meditaba en las palabras de Dios, entendí que Él es soberano sobre todas las cosas que ocurren cada día; las personas no pueden prever ni controlar estas cosas por sí mismas. Debía someterme a las orquestaciones y los arreglos de Dios. Pensé en que habían arrestado a la hermana con la que colaboraba, que mi esposo me había denunciado a la comisaría y que no podía volver a casa ahora que la policía me perseguía. Toda esa cadena de acontecimientos no era algo que yo pudiera haber previsto; Dios permitió que todo sucediera. Tenía que aceptar este entorno real. Recordé que, cuando empecé a creer en Dios, me sentía muy triste al ver cómo mi esposo perseguía y humillaba a mi madre, y no quería salir a cumplir mi deber por miedo a que la persiguiera. También temía que, tras irme, no habría que nadie cuidara de ella en su vejez. Cuando pensé en ello, entendí que había estado atrapada constantemente por el afecto familiar y no había podido perseguir la verdad ni cumplir mi deber de forma adecuada. Con este entorno en el que me encontraba ahora y que me impedía volver a casa, la intención de Dios era que me dedicara a mi deber con el corazón, lo que beneficiaría mi crecimiento en la vida. Además, era líder de la iglesia. Si no me marchaba de casa, en cuanto la policía me arrestara, usaría a mi madre para amenazarme. ¿Podría mantenerme firme? Si no soportaba la tortura, me convertía en una judas y traicionaba a Dios, Él me descartaría por completo. Después de mucho meditarlo, decidí cumplir mi deber lejos de casa. Cuando estaba fuera, cada vez que llovía, me ponía a pensar: “El suelo de nuestro patio es resbaladizo; ¿y si mi madre se cae y no hay nadie allí para ayudarla?”. Durante la temporada de cosecha del trigo, me preocupaba: “¿Cómo va a hacer la cosecha sola mi madre? No sé si mi esposo la ayudará”. En Año Nuevo chino, sostenía con lágrimas en los ojos la comida que había preparado la familia de acogida. “Puedo comer bien fuera de casa, pero no sé si mi madre está bien allí. ¿La estará regañando o maltratando mi esposo? En las festividades, el resto de las familias se reúnen, pero yo he dejado a mi madre sola en casa. Seguro que se siente sola y desolada, y tendrá que soportar el escarnio de nuestros familiares y amigos. ¡Le debo tanto a mi madre!”. Cuanto más lo pensaba, más angustiada estaba y perdí toda la motivación para cumplir mi deber. Lloraba y oraba a Dios suplicándole que me sacara de este estado negativo.

Un día, durante mis prácticas devocionales, leí las palabras de Dios: “Independientemente de lo que hagas, pienses o planees, esas cosas no son importantes. Lo fundamental es si puedes entender y creer verdaderamente que todos los seres creados están en manos de Dios. Algunos padres tienen la bendición y el sino de poder disfrutar de la alegría doméstica y de la felicidad de una familia numerosa y próspera. Esto es la soberanía de Dios y una bendición que Él les concede. Otros padres no tienen este sino: Dios no lo ha dispuesto para ellos. No tienen la bendición de disfrutar de una familia feliz ni de que sus hijos estén a su lado. Esto es la instrumentación de Dios y la gente no puede forzarla. Pase lo que pase, al final, en lo que respecta a la devoción filial, las personas deben al menos tener una mentalidad de sumisión. Si el entorno lo permite y cuentas con los medios para hacerlo, puedes mostrar devoción filial hacia tus padres. Si el entorno no lo permite y te faltan los medios, no intentes forzarla: ¿cómo se llama esto? (Sumisión). A esto se le llama sumisión. ¿De dónde proviene esta sumisión? ¿Cuál es el fundamento de la sumisión? Se basa en todas estas cosas que Dios dispone y sobre las que gobierna. Aunque es posible que la gente desee elegir, no puede, no tiene el derecho de hacerlo y debe someterse. Cuando sientes que las personas deben someterse y que Dios lo ha instrumentado todo, ¿no sientes más tranquilidad en el corazón? (Sí). Entonces, ¿seguirá tu conciencia sintiéndose reprendida? No seguirá sintiéndose constantemente reprendida, y la idea de no haber sido un buen hijo para tus padres dejará de dominarte. En ocasiones, es posible que todavía pienses en ello, ya que son pensamientos o instintos normales en la humanidad y nadie puede evitarlos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). Después de meditar en las palabras de Dios, entendí que Él ha dispuesto un porvenir distinto para cada persona y que la gente no tiene poder para cambiar nada. Si Dios ha determinado que mi madre no disfrutará de la bendición de tener a sus hijos a su alrededor, por mucho que yo me esfuerce, no podré cambiar nada. Pensé en cómo mi madre y yo habíamos estado juntas desde mi infancia, sin separarnos nunca. Más tarde, la policía me persiguió por mi fe en Dios y tuve que marcharme de casa. Esto lo dispuso y predeterminó Dios. Cuando mi esposo persigue a mi madre en casa, esto es algo que ella tiene que experimentar. Sin embargo, yo no entendía la soberanía de Dios y me preocupaba constantemente porque mi madre estuviera sola y sufriera. Esto afectó mi estado al cumplir mi deber y me sumí en el dolor y la oscuridad. Ahora me di cuenta de que, como ya no tengo oportunidad de ser buena hija con mi madre, debo someterme y aceptar este entorno. Mi madre cree en Dios. Aunque esté lejos de mí, aún tiene a Dios y Él nos guiará mientras recorramos nuestras sendas en el futuro. Creía que todo estaba en manos de Dios. Cuando lo pensé, oré a Dios en silencio, dispuesta a someterme. Encomendé a mi madre a Dios para que la guiara mientras sufre persecución a manos de nuestra familia. Más adelante, leí por casualidad un artículo de un testimonio vivencial que mi madre había escrito. Leí que, cuando yo no estaba con ella y se sentía débil, oraba a Dios y los hermanos y hermanas iban a nuestra casa a ayudarla y a hablar con ella sobre las palabras de Dios. Después de entender la intención de Dios, salió lentamente de su negatividad y debilidad. Estaba muy agradecida a Dios.

En 2022, volvió a estallar la pandemia en todo el mundo. Cuando vi que muchos ancianos morían por la pandemia, empecé a preocuparme otra vez: “Si mi madre se contagia durante la pandemia, ¿tendrá a alguien que cuide de ella? ¿Podrá salir adelante? Si yo estuviera a su lado, le llevara agua y medicamentos y hablara con ella sobre las palabras de Dios para animarla, su corazón no sufriría tanto”. ¡Cuánto deseaba poder volver y ver a mi madre! Tenía muchas ganas de contarle mis experiencias de esos últimos años y de decirle cuánto la había echado de menos. Poco después, caí enferma y, mientras estaba postrada en la cama, echaba aún más en falta a mi madre. Me preocupaba que, si ella moría, no la volvería a ver, y discutía con Dios en mi corazón: “Querido Dios, ¿por qué los demás pueden reunirse con sus familias, pero yo tengo que estar separada de mi madre? Sabes que tengo un trasfondo diferente al de los demás. Soy hija única, pero ahora no puedo cuidar de mi madre hasta que muera. Si fallece sola, me quedaré con cargo de conciencia y sentiré que soy demasiado desalmada e ingrata. Sé que pensar así está mal, pero no sé cómo experimentar esta situación. Te ruego que me guíes”. Pensé en que siempre eran las palabras de Dios las que me esclarecían y sacaban de mi negatividad y mi debilidad todas las veces, y en que mi madre también tenía la guía y la protección de Dios en casa. Ambas disfrutábamos del amor de Dios. Dios nos había concedido mucho, pero yo no sabía cómo retribuírselo y, en cambio, me quejaba de Él. ¡Realmente me faltaba conciencia! Oré a Dios y me dispuse a buscar con sinceridad la verdad para resolver mis problemas.

Un día, escuché una lectura de las palabras de Dios: “En cuanto a la gente, no importa si tus padres te cuidaron de manera meticulosa o si te dispensaron mucha atención, de todos modos, solo cumplían con su responsabilidad y obligación. Independientemente de la razón por la cual te criaron, era su responsabilidad; como te trajeron al mundo, debían hacerse responsables de ti. Sobre esta base, ¿se puede considerar como amabilidad todo lo que tus padres hicieron por ti? No, ¿verdad? (Así es). Que tus padres cumplieran con su responsabilidad contigo no constituye un acto de amabilidad. Si cumplen con su responsabilidad respecto a una flor o una planta, regándola y fertilizándola, ¿es eso amabilidad? (No). Eso dista aún más de ser amabilidad. Las flores y las plantas crecen mejor en el exterior; si se las planta en la tierra, con viento, sol y agua de lluvia, prosperan incluso más. No crecen ni salen tan bien cuando se las planta en macetas de interior, comparado con el exterior. Sea cual sea la familia en la que uno nace, eso lo ha predestinado Dios. Tú eres una persona que posee vida y Dios se responsabiliza de cada vida, permite a la gente sobrevivir y seguir la ley que rige a todas las criaturas. Es solo que, como persona, vivías en el entorno en el que te criaron tus padres, de modo que crecer en este entorno es lo que te correspondía. Que nacieras en ese entorno se debe a que Dios lo ha predestinado; que tus padres te criaran hasta la edad adulta también se debe a la predestinación de Dios. En cualquier caso, al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Ya que no se puede considerar amabilidad, ¿acaso no se puede decir que esto es algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo criado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes favores ni amabilidad de su parte. Para cualquier criatura viviente, tener hijos y cuidarlos, reproducirse y criar a la siguiente generación es un tipo de responsabilidad. Por ejemplo, las aves, las vacas, las ovejas e incluso los tigres tienen que cuidar de sus crías tras reproducirse. No hay criaturas vivientes que no críen a sus cachorros. Tal vez existan ciertas excepciones, pero nos siguen resultando desconocidas. Es un fenómeno natural de la existencia de las criaturas vivientes, es su instinto, y no se puede atribuir a la amabilidad. Lo único que hacen es respetar una ley que el Creador dispuso para los animales y para la humanidad. En consecuencia, que tus padres te críen no es una especie de amabilidad. En función de esto, puede afirmarse que tus padres no son tus acreedores. Cumplen con su responsabilidad frente a ti. Independientemente de cuánta sangre del corazón y cuánto dinero te dediquen, no deben pedirte que los recompenses, porque esa es su responsabilidad como padres. Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución. Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos. Si efectivamente tratas a tus padres, les retribuyes y abordas tu vínculo con ellos en función de esta idea, eso es inhumano. A su vez, es probable que eso haga que tus sentimientos carnales te limiten y te aten, y te resultará dificultoso salir de ese enredo, hasta el punto de que incluso podrías perder el camino. Tus padres no son tus acreedores, así que no tienes la obligación de concretar todas sus expectativas. No tienes la obligación de correr con los gastos de sus expectativas. Ellos pueden tener sus propias expectativas, pero tú debes hacer tus propias elecciones. Dios ha dispuesto una senda de vida para ti, ha arreglado un porvenir para ti y estas cosas no tienen nada que ver en absoluto con tus padres. […] Si tus circunstancias te permiten cumplir con algo de tu responsabilidad hacia ellos, pues hazlo. Si tu situación y tus circunstancias objetivas no te permiten cumplir con tu obligación hacia ellos, no es necesario que lo pienses demasiado, y no debes sentirte en deuda con ellos, porque tus padres no son tus acreedores. Sin importar si demuestras o no amor filial por tus padres o si cumples con tu responsabilidad frente a ellos, simplemente estás asumiendo la perspectiva de un hijo y cumpliendo con parte de tu responsabilidad hacia las personas que alguna vez te trajeron al mundo y te criaron. Pero, sin duda, no puedes hacerlo desde la perspectiva de retribuirlos ni la de ‘Tus padres son tus benefactores y debes recompensarlos, debes devolver su amabilidad’(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Después de escuchar las palabras de Dios, entendí de repente que yo consideraba que tenía que devolverles la misma bondad a mis padres por haberme criado. Sentía que debía saldar esa deuda, sin importar cuándo, pero esta opinión simplemente no era conforme a la verdad en absoluto. De hecho, los padres tienen la responsabilidad y la obligación de criar a sus hijos. No es una muestra de bondad en absoluto. Al igual que los animales crían a sus crías, ese es un instinto natural y una ley inevitable de la existencia. Cuando Dios creó al hombre, dispuso un entorno familiar adecuado para que sobreviviera. En mi caso, mi madre biológica murió justo después de que yo nací y, luego, me adoptaron mis padres de acogida. A primera vista, parecía que fueron mis padres quienes cuidaron de mí y me criaron, pero la realidad es que mi vida proviene de Dios. La razón por la que he sobrevivido todos estos años es que Dios me ha estado cuidando y protegiendo. Recuerdo que, cuando era pequeña, se me quedó la pierna atrapada en un gran ventilador que se usaba para separar el grano de la paja, pero no quedé discapacitada. Antes del examen de ingreso a la secundaria, fui en bicicleta a ver el lugar del examen y quedé atrapada entre dos coches que casi me atropellan. Mi madre no estaba conmigo en ese momento, pero no me pasó nada. Volví a pensar en mi madre biológica. Ella me trajo a este mundo y luego falleció. Que mis padres adoptivos me pudieran criar fue gracias a que Dios lo predestinó y orquestó. Cuando los padres crían a sus hijos, simplemente están cumpliendo con su responsabilidad y no están haciéndoles un favor, así que los hijos no tienen por qué retribuir ninguna bondad. Como no entendía la verdad sobre esto y siempre me habían influenciado las ideas falaces que Satanás me había inculcado, como el “El amor de los padres es tan profundo como el mar” y “Una persona no filial es peor que un animal”, mi estado al cumplir mi deber lejos de casa se veía perturbado constantemente. Desde que nací hasta ahora, siempre he disfrutado del cuidado y la protección de Dios, y de todo lo que Él ha provisto. Ahora, aún puedo recibir la gracia de Dios, seguirlo, cumplir mi deber y disfrutar de esta oportunidad única en un milenio de que Dios me salve. Sin embargo, no me daba cuenta de que debía cumplir bien mi deber para retribuir el amor de Dios y solo pensaba en retribuir la bondad de mis padres por haberme criado. Incluso a la hora de elegir mi deber, siempre lo sopesaba en función de si podía ser buena hija con mi madre. ¡Estaba tan confundida! Acepté las ideas tradicionales que me había inculcado Satanás y neciamente quería retribuir esa “bondad”. ¡Qué completa idiotez! Cuando lo entendí, me sentí mucho más liberada. A medida que me fui desprendiendo de a poco de mi preocupación por mi madre, recibí una carta de mi hija. En la que decía que había empezado a cumplir un deber en la iglesia, que estaba sana y que se reunía y leía las palabras de Dios con frecuencia en casa. No hay palabras para describir la emoción y el remordimiento que sentí en ese momento. En mi corazón, dije a Dios: “Querido Dios, ¡te doy gracias! Veo que todo lo que has dispuesto para mí es tan bueno que realmente no soy digna de recibir semejante amor y misericordia de Tu parte. Me odio a mí misma por no haber tenido suficiente fe en Ti. Querido Dios, a quien más le debo es a Ti, no a mis familiares. De ahora en adelante, ciertamente sosegaré mi corazón como corresponde para cumplir mi deber y ya no te seré un motivo de ansiedad ni preocupación”.

Después, leí más de las palabras de Dios y resolví por completo mi estado de sentirme en deuda con mi madre. Dios dice: “Algunos renuncian a sus familias porque creen en Dios y realizan sus deberes. Se hacen famosos por este motivo y el gobierno registra a menudo sus casas, acosa a sus padres e incluso los amenaza para que entreguen a los creyentes a las autoridades. Todos sus vecinos hablan de ellos y dicen: ‘Esta persona no tiene conciencia. No se preocupa por sus padres ancianos. No solo es un mal hijo, sino que además causa muchos problemas a sus padres. ¡Es un mal hijo!’. ¿Se ajusta alguna de estas palabras a la verdad? (No). Pero ¿acaso no se consideran correctas todas estas palabras a ojos de los no creyentes? Estos piensan que esta es la manera más legítima y razonable de contemplar esta cuestión, que es conforme a la ética humana y que es conforme a las normas de la conducta propia. Por mucho contenido que tengan estas normas, como por ejemplo la forma de mostrar respeto filial a los padres, de cuidar de ellos en su vejez, de preparar sus funerales, o cuánto corresponderlos, e independientemente de si estas normas son conformes a la verdad o no, desde la perspectiva de los no creyentes son cosas positivas, son energía positiva, son correctas y se consideran irreprochables dentro de todos los grupos de personas. Para los no creyentes, estas son las normas que debe acatar la gente y uno debe hacer estas cosas para ser una persona buena que es acorde al estándar en sus corazones. Antes de que creyeras en Dios y entendieras la verdad, ¿acaso no creías firmemente también que comportarte de tal manera significaba que eras una buena persona? (Sí). Además, utilizabas estas cosas para evaluarte y refrenarte, y te exigías ser así. […] No obstante, después de escuchar las palabras de Dios y Sus sermones, tu punto de vista comenzó a cambiar y entendiste que debes renunciar a todo para hacer tu deber como ser creado y que Dios requiere que la gente se comporte de esta manera. Antes de que estuvieras seguro de que hacer tu deber como ser creado era la verdad, pensabas que debías ser un buen hijo, pero también sentías que debías realizar tu deber como ser creado y vivías en un conflicto interior. A través del constante riego y pastoreo de las palabras de Dios, llegaste gradualmente a entender la verdad y fue entonces cuando te diste cuenta de que hacer tu deber como ser creado es perfectamente natural y está justificado. Hasta la fecha, muchas personas han sido capaces de aceptar la verdad y abandonar por completo los estándares de conducta propia provenientes de las nociones y figuraciones tradicionales del hombre. Cuando te desprendes totalmente de estas cosas, las palabras de juicio y condena de los no creyentes ya no te limitan a la hora de seguir a Dios y hacer tu deber como ser creado y podrías despojarte fácilmente de ellas(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). “Dado que ahora mismo Dios está obrando y expresando la verdad a fin de contarle a la gente la verdad de todos esos hechos y ayudarla a conocer la verdad; una vez que alcances a entenderla, estas ideas y puntos de vista falaces ya no te supondrán una carga ni los usarás como guía para manejar la relación con tus padres. Llegado este punto, tu vida se volverá más relajada. Eso no significa que desconozcas cuáles son tus responsabilidades y obligaciones, eso lo seguirás sabiendo. Todo depende de qué perspectiva y métodos elijas para abordarlas. Una senda es seguir la ruta de los sentimientos y lidiar con estas cosas a partir de los recursos emocionales y los métodos, ideas y puntos de vista hacia los cuales Satanás guía al hombre. La otra senda es lidiar con estos aspectos en función de las palabras que le ha enseñado Dios. […] Si acatas un aspecto de los principios-verdad o una idea y un punto de vista correctos y provenientes de Dios, tu vida se volverá muy relajada. Ni la opinión pública ni el estado de tu conciencia ni la carga de tus sentimientos dificultarán ya la forma en que manejes la relación con tus padres. En cambio, tales principios-verdad te permitirán afrontar esta relación de forma correcta y racional y lidiar con ella de esa manera. Si actúas de acuerdo con los principios-verdad que Dios le ha otorgado al hombre, aunque la gente te critique a la espalda, sentirás paz y estabilidad y no te afectará en lo más profundo de tu corazón. Al menos no te reprocharás a ti mismo por ser un ingrato insensible y dejarás de sentir la acusación de tu conciencia en el fondo de tu corazón. Esto se debe a que sabrás que todas tus acciones se llevan a cabo de acuerdo con los métodos que te ha enseñado Dios, y que estás escuchando y sometiéndote a Sus palabras y siguiendo Su camino. Escuchar las palabras de Dios y seguir Su camino es el sentido de la conciencia que más debe poseer la gente. Solo serás una persona auténtica cuando seas capaz de ambas cosas. Si no lo has logrado, entonces eres un ingrato insensible(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Siempre había sentido que le debía algo a mi madre porque mi perspectiva sobre las cosas no había cambiado. Cuando no creía en Dios, había aceptado las ideas tradicionales de Satanás, como “La devoción filial es la principal virtud” y “Una persona no filial es peor que un animal”. Creía que, como una persona que vivía en este mundo, debía considerar la devoción filial hacia mis padres como el principio más importante de mi conducta y que, si no podía lograrlo, no sería digna de ser llamada un ser humano. Por esta razón, elegí casarme con un hombre que se mudara con mi familia y cuidara de mis padres conmigo. Después de que empecé a creer en Dios, seguía viviendo según estas ideas. Cuando veía que mi esposo perseguía a mi madre, sentía que, como hija, no le había permitido a mi madre disfrutar de la felicidad conmigo y que, por el contrario, la había hecho sufrir por mi culpa. Sentía que la había decepcionado. Más tarde, como mi esposo me perseguía y causaba problemas, me quedé en casa para proteger el entorno. Cuando vi que mi madre sufría mucho por mí, sentí aún más remordimiento y ya no quise seguir cumpliendo con mis deberes. Estas ideas tradicionales eran como cuerdas invisibles que me ataban con fuerza y me hacían transigir con mis deberes una y otra vez. Se convirtieron en un obstáculo en mi búsqueda de crecer en la vida. En especial, cuando la pandemia se propagaba, me preocupaba que mi madre se contagiara y que yo no pudiera cuidar de ella en su lecho de enferma, así que me sentía en deuda con ella. Hasta me quejé de Dios en mi corazón por no darme una oportunidad de ser buena hija con mi madre. Solo ahora veía con claridad que las cosas que Satanás me había inculcado, como “La devoción filial es la principal virtud” y “Una persona no filial es peor que un animal” no solo me hacían perder la esperanza de perseguir la verdad, a pesar de conocerla, sino que también me hacían rebelarme contra Dios y resistirme a Él. Satanás es verdaderamente perverso, despreciable y siniestro, y me había hecho mucho daño. En realidad, los verdaderos culpables de que no pudiera acompañar a mi madre en la senda de la fe en Dios eran el Partido Comunista Chino y Satanás, ¡el diablo! Cuando los creyentes en Dios abandonamos nuestros hogares para cumplir nuestros deberes, no lo hacemos porque no queramos a nuestras familias ni porque seamos crueles, sino porque ese partido político perverso no nos permite seguir al Dios verdadero ni transitar la senda correcta. Difunde rumores infundados para desacreditar a la iglesia y hace que nuestros familiares no creyentes nos persigan y nos pongan impedimentos. Pero yo estaba confundida y no tenía discernimiento ni podía penetrar en la esencia perversa de Satanás; hasta me quejaba de que los arreglos de Dios no eran adecuados. ¡Realmente no podía distinguir el bien del mal! Ya no podía seguir atada ni desorientada por estas ideas tradicionales y debía tratar a mi madre según las palabras de Dios. Mi madre y yo somos seres creados, y ambas podemos creer en Dios, seguirlo y vivir para cumplir bien con los deberes de los seres creados. Esto ya es una enorme exaltación y gracia que Dios nos ha concedido. Tanto si podemos volver a encontrarnos en esta vida como si no, solo deseo someterme a la orquestación y los arreglos de Dios y, ante todo, complacerlo y cumplir bien con mi deber. Cuando entendí todo esto, me desprendí por completo de mis preocupaciones y del sentimiento de deuda que tenía hacia mi madre. A veces, cuando pienso en mi madre, pienso en las palabras de Dios: “La cantidad de sufrimiento que una persona debe soportar y la distancia que debe recorrer en su senda están ordenadas por Dios, y, en realidad, nadie puede ayudar a alguien más(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La senda… (6)). Entonces, oro a Dios en silencio, le encomiendo a mi madre y sosiego mi corazón para cumplir mi deber.

Gracias a esta experiencia, fue la exposición de las palabras de Dios la que me permitió ver con claridad cómo me había atado y perjudicado la cultura tradicional, me ayudó a desprenderme de a poco de mis preocupaciones y del sentimiento de deuda que tenía hacia mi madre y puso en libertad mi corazón. ¡Gracias a Dios!

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